viernes, 12 de septiembre de 2014

Reyna Carranza - Entrevista realizada por José Luis Thomas y Norberto García Yudé para Notiserrano 136

“Me atrevería a decir que nací enamorada de la palabra escrita, porque nadie me enseñó a escribir: lo aprendí leyendo”.

Una entrevista para celebrar la palabra
y la creación literaria 

Encontrarse en la vida con verdaderos escritores es un privilegio y una prodigiosa ventana al sortilegio de vivir. No son sólo palabras introductorias para presentar a Reyna Carranza, la escritora argentina, cordobesa con proyección mundial más importante. La literatura está llena de autores, pero muy pocos escritores. Escribir no es sólo alinear palabras con cierto orden y alguna pretendida creatividad, muchas veces bizarra y en más de las ocasiones oportunista y trivial; escribir es tener ese instinto supremo, propio de las abejas, de dejar la vida al clavar el aguijón; es una pasión y un modo de ser no pudiendo ser nada más que eso, aunque se hagan otras cosas, claro. Con esto no quiero decir que uno no aprecie la palabra escrita de mil formas distintas, y que no hayamos disfrutado ocasionales libros, queremos destacar la excelencia, la exaltación del oficio de escribir, que no es común, y ese grado de magia que uno siente cuando lee la obra de algunos escritores, como lo es Reyna, que se transforman y transforman el cotidiano pan, los cotidianos pequeños espacios de la vida en momentos únicos y cargados con un tempo y una densidad capaces de extender las fronteras descorriendo tiempos y mundos de la subjetividad insospechados.  Tanta es la pasión y la singularidad de su ser que podemos apreciar la sutileza de su hilo mágico aún en las respuestas que nos dio a Notiserrano, con absoluta entrega y dedicación como si lo hiciera para el más importante de los periódicos. Eso sucede porque ella y la escritora son una; ella y la mujer son una; ella y la pasión de vivir son una; ella y el mundo más allá de la forma son una. Compartimos con nuestros lectores estas páginas vivas con la palabra de la escritora atravesando toda la esplendidez de su creatividad.

¿De qué manera llegó a vos la palabra?

Como el aire, el agua, o el pan de cada día. Pero no es el aire lo que nos hace humanos, el pan o el agua, sino la palabra. La palabra nos dio identidad; es el logro más notable y profundo del ser humano. La escritora Angélica Go-rodisher dice que sin palabras no existiríamos como sociedad y, en consecuencia, sin literatura no existiríamos como seres destinados a la trascendencia.
Me atrevería a decir que nací enamorada de la palabra escrita, porque nadie me enseñó a escribir: lo aprendí leyendo. Y aprendí a escribir novelas leyendo novelas. Todo se dio sin el menor esfuerzo, como un juego maravilloso, producto de la lectura.

¿Es la palabra un modo de estar en el mundo?
Desde que tengo memoria vivo rodeada de libros. Fue, y es, mi manera de estar en el mundo. Universo que me dio identidad, y me ayudó a ocupar el espacio que hoy ocupo en el territorio de las letras. Ser escritora es mi mayor orgullo.

¿Tenías apoyo del entorno?

Desde que aprendí a leer me regalaron libros de cuentos en mis cumpleaños. Mi padre me regaló mis primeros libros de poesía, y mi madre la colección de veinte tomos de “El tesoro de la juventud”, cuando tenía ocho años. Todavía los conservo. Libros que despertaron en mí el amor por la belleza y lo sublime. Todo lo que soy se lo debo a la literatura.

¿Cómo consideras a los escritores y a vos misma en este rol?

En la adolescencia no lo tenía claro; la mayoría de los autores que leía estaban muertos; hasta llegué a pensar que para ser escritor había que morirse. Luego descubrí que los buenos escritores jamás mueren. Y me encontré con Sarmiento, Hernández, Güiraldes, Borges, Cortázar, Stevenson, Roberto Arlt, Sara Gallardo, Beatríz Guido, Salgari, Camus, Maurois, Colette, Allan Poe, Horacio Quiroga, entre tantos tantos otros. Todos autores de obras que tienen el poder de modificar el estado emocional o intelectual de las personas, por lo que considero que ser escritor implica una gran responsabilidad.

¿Era parte de tu universo la idea de entregar tu vida a la literatura?

Comencé a escribir alrededor de los doce años, pero sin tener consciencia de que esto se convertiría en el leiv motiv de mi vida. Por entonces la consigna era ir a la universidad y diplomarse en alguna profesión liberal. Comencé cinco carreras universitarias. No terminé ninguna. Invertí un año en Medicina, otro en Derecho, otro en Escribanía, otro en Letras, y otro año en Lenguas. Hoy agradezco la paciencia y enorme consideración que tuvieron mis padres para conmigo. Fueron cinco años de intensa búsqueda y no menos ansiedad. Papá me decía: Te vas a morir de hambre escribiendo. Y era comprensible. Por esos años, para triunfar en las letras había que tener mucho talento y una buena cuota de suerte. Los escritores reconocidos eran muy pocos, y menos aún los que se ganaban la vida escribiendo novelas. Hablo de los años sesenta. Fue a fines de esa década que comencé a hacer periodismo. Oficio que, de alguna manera, me acercaba a la escritura. Trabajé primero en el diario Córdoba, y en 1970 entré como cronista a Los Principios. Fue una etapa gloriosa. No se trataba de literatura pero me gustaba lo que hacía; me pagaban por escribir. Pero en el medio ocurrió el milagro. Un día me senté a la máquina y de un tirón escribí una novela, casi sin darme cuenta, llevada por el afán de volcar en el papel mis sentimientos entrelazados al mundo que me rodeaba. La titulé “Para ahogar un loco amor”. La publiqué recién veintisiete años después. Y ahora, en agosto de este año, vuelve a salir reeditada por El Emporio Editoriales.

¿Primero escribir y luego vivir, o a la inversa?

Puedo afirmarlo sin la menor duda: primero vivir. No es fácil escribir sin tener experiencia de vida y un respetable bagaje cultural, de lo contrario se corre el riesgo de caer en obviedades, o en argumentos muy auto-referenciales que poco aportan al lector. No obstante, los genios existen, y a veces surgen escritores muy jóvenes con una gran obra.

¿Qué escritores te influenciaron?

Muchos. Entre los catorce y los treinta años leí casi todo lo que había que leer. Autores griegos, mitología, clásicos, existencialistas, contemporáneos, rusos, europeos, americanos. Cada uno de ellos me enseñó algo. Pero sobrevino el boom de autores latinoamericano con Gabriel García Márquez a la cabeza y entonces leer se convirtió más que nunca en una auténtica fiesta. De todos modos, hasta encontrar “mi propia voz” recibí mucha influencia de Lawrence Durrell, William Faulkner, Juan Ramón Jiménez, Hermann Hesse y Enrique Heine.

¿Haber nacido en Argentina y en una provincia fuerte y combativa como lo es Córdoba en tantos aspectos, determina tu decir?

Totalmente. Porque somos producto del paisaje y la tradición del suelo en el que se ha nacido. Cuando escribimos nos escribimos a nosotros mismos, embebidos en una determinada historia familiar, social y política. No es lo mismo escribir desde Córdoba que hacerlo desde el puerto de Buenos Aires, o desde la estepa patagónica. Siempre acabará apareciendo la raíz, el paisaje que nos vio crecer y nos dio identidad. Podemos no nombrarlo, disfrazar con ficción cualquier realidad, pero en el fondo siempre latirá el sello de la pertenencia.

¿Cómo atraviesa la joven Reyna la etapa de los descubrimientos en una sociedad caudillista, pacata, que mira a Europa?

Con absoluta naturalidad. Ya en la infancia los cuentos de hadas, reyes y  princesas (en su mayoría de autores europeos) me ayudaron a descubrir que existen otras culturas, otras maneras de ser y de pensar. Después, los estudios y la literatura universal acabaron por introducirme en el mundo y me enseñaron que una sociedad es producto de muy diversas circunstancias. Por esta razón, del caudillismo argentino sólo tomé sus valores positivos, y toleré con una media sonrisa la tendencia europeizante de la clase media y alta de mi país. Más tarde, leyendo historia argentina pude ampliar criterios y me sirvió para reflexionar y escribir sobre nuestro siglo XIX, como lo hice en “Una sombra en el jardín de Rosas” y “El secreto del guerrero”.  

¿Escribir es una tarea sencilla, natural, compulsiva, desgarradora?

Escribir es todo eso y más. En mi caso es una necesidad como respirar, también un placer y, al mismo tiempo, una aventura catártica: prodigioso intercambio de energías del que siempre salgo fortalecida. El acto creativo en lugar de agotar la mente, la estimula, la incita a abrir caminos hacia el infinito.

¿Se termina de escribir en algún momento o sólo es una tarea sin so-lución de continuidad?

Las dos cosas. Pero una novela debe tener un principio, un desarrollo y un final. No obstante, luego de la última página, en mi cabeza continúo imaginando hasta que algo me dice que ya estoy lista para comenzar a escribir otra historia.

¿Se puede prescindir de la pasión?

Depende de la naturaleza del escritor. En mi caso, soy una persona apasionada y amo lo que hago; en consecuencia, mis textos traslucen sentimientos muy fuertes. Pero, en general, la pasión (por lo que sea) es un ingrediente que nunca debe faltar en una novela.

¿Cuánto de la propia vida dejaste en el camino por escribir?

Nada dejé en el camino porque desde muy joven supe que escribir era lo que más me gustaba. Y no tuve hijos casualmente por eso. Antes de cumplir los veinte entendí que por mi manera de ser no había nacido para tener hijos, sino para escribir libros. Además, al ser rebelde por naturaleza los mandatos culturales no pudieron conmigo. Hoy suelo decir que puedo maternar con los libros.

¿Con cuál de los géneros literarios te sentís más cómoda?

Definitivamente con el género novela. No obstante, he escrito muchos cuentos, publicados en once antologías de cuentistas argentinos. Pero no es lo mío. La brevedad me cuesta. Cuando me surge una idea indefectiblemente viene repartida en más de doscientas páginas.
¿Escribir es innato o se aprende? ¿Sirven los talleres literarios? ¿Cuánta importancia tiene en el escritor la lectura?

La vocación ayuda pero no alcanza; al talento hay que desarrollarlo, pulirlo. A escribir se aprende leyendo buena literatura. Pero no todos los que escriben son Escritores, con mayúscula. Como en cualquier disciplina del arte hay artistas buenos, regulares y malos. En el terreno de las letras pasa lo mismo. No todo es publicar un libro, cualquiera puede hacerlo. Pero el don “divino” no se aprende, nace con uno. En consecuencia, en los talleres literarios se puede aprender a redactar; se pueden aprender las técnicas de la novela, el cuento, o la poesía, pero lo que un taller literario nunca podrá enseñar es el talento.

RECORDEMOS:

“Cinco hombres” la escribí en España y se publicó apenas regresé al país, en 1984. Trata sobre la búsqueda de la identidad sexual, y fue la primera novela en Córdoba que, en ese terreno, llamó a las cosas por su nombre; una historia que inventé y cavé a mi alrededor a modo de trinchera para olvidar una realidad tan agobiante como lo fue la última dictadura militar en Argentina.

“Para ahogar un loco amor” me marcó el camino. Quiero mucho esta novela. Es breve e impactante. Su temática y su estructura adelantaron lo que iba a ser el signo distintivo de mi estilo: apasionado y transgresor.      

¿”Tanto infierno, tanta belleza” es sólo un título o parte del legado que recibiste como ciudadana argentina?

Título y argumento de esa novela es una apretada síntesis de nuestra historia contemporánea. En ella me atreví a contar parte de mi propia vida. Auto ficción que nació producto de una catarsis, dicho de otro modo, nació por la necesidad imperiosa de volcar en palabras los horrores que sacudieron a Argentina en la década del setenta, pero en realidad es la historia de un gran amor.

Fui finalista del Premio Planeta 2003 con “Una sombra en el jardín de Rosas”. Por esta novela obtuve el reconocimiento del público y de la prensa. En ella mezclé ficción con historia argentina, narrada en primera persona por boca de Juan Bautista, el hijo mayor y casi desconocido de Juan Manuel de Rosas. Desde su aparición hasta el presente esta novela se viene reeditando con el mismo éxito.  

¿El trabajo paralelo (conferencias, publicaciones en diarios y revistas) es parte de las derivaciones de escribir, o sólo un modo de vida que te resta tiempo y energía para la creación literaria específica?

El “trabajo paralelo” fue en aumento a medida que me fui haciendo conocida, al punto de quitarme tiempo para escribir novelas, que es lo que a mí me gusta. Pero no me quejo, me ayuda a llegar a otros públicos. Y, en muchas oportunidades, los acepto porque están bien remunerados. Este año, por ejemplo, el exceso de trabajo extra me ha quitado tiempo para la novela que estaba escribiendo. De todos modos, no tengo apuro para terminarla, sé que está ahí esperándome, y esa es la maravilla de este oficio, nunca termina, siempre está comenzando de nuevo.

Otra novela inquietante y muy bien escrita es “Donde vive la loba”. En ella abordás la locura, la muerte, y un más que turbulento universo femenino. ¿Cómo surge este tema y de qué manera elegís resolverlo desde el punto de vista de la estructura?

“Donde vive la loba” es la continuación de “Para ahogar un loco amor”. La historia de Rolanda Ferraz merecía una segunda parte; una mujer que se hace pasar por loca cuando la acusan de haber matado a su padre y a su único hermano. Esta continuación narra esa locura: un mundo donde la loba entona su himno, sin edad, eterno. Su estructura difiere de mis otras novelas porque en ella incluyo una historia que se entrelaza al argumento principal, protagonizada por un enano que dirige un coro formado por niños de la calle, que por las noches cantan en el Parque Sarmiento. Submundo de drogas y abusos que resolví narrar en términos casi mágicos, casualmente para que esta realidad tan cruel de nuestro tiempo no caiga en el panfleto de denuncia.
Llegamos a “Hablame de Tosco”, un hombre singular, de una vida apasionante, ¿cuál fue el motivo que te llevó a abordarlo?

 Escribí sobre Agustín Tosco a pedido de la editorial “Raíz de Dos”, para su colección Cordobeses por cordobeses. Fue un auténtico desafío para mí, del que creo salí airosa. En la primera parte hablo de la Argentina que le tocó vivir a Tosco. Pero es en la segunda parte donde decidí poner el acento, ya que mi objetivo era descubrir el Tosco íntimo, el de puertas adentro, el hombre que se jugó por amor del mismo modo que lo hizo por los derechos de los trabajadores.

¿Qué hay en Juan Lavalle que te dio el impulso de abordarlo en “El secreto del guerrero”?

Desandar la historia de nuestros próceres me permite entender mejor el presente. Como país seguimos arrastrando conflictos cuyo origen se remonta a la época de la colonia. Pero la literatura no juzga; la utilizo como instrumento para recuperar nuestras auténticas raíces, proponiendo una lectura retrospectiva, revelando secretos, descubriendo intimidades, iluminando el pasado con una luz nueva y diferente. Y, sobre todo, me ayuda a comprender, y a comprendernos. Investigar allí es apasionante, ya que la literatura comienza a hablar cuando la historia se queda sin palabras. Y abordé a Lavalle por su vida tumultuosa, por haber sido un amante alocado, impetuoso; por la bravura que puso en cada batalla. Un hombre que para sentirse vivo necesitaba pisarle los talones a la muerte, y acabó suicidándose. Recordemos que sobre sus espaldas pesan dos acusaciones tremendas: hizo fusilar a Manuel Dorrego, y cometió la peor de las traiciones: vender la patria. Pero lo que realmente atrapa al lector en “El secreto del guerrero” es la novela de ficción que sostiene la parte histórica, donde cuento la amistad que nace entre Lavalle y su baquiano José Alico, que no es un hombre como todos creen (incluso el general), sino una mujer que se hace pasar por hombre para poder sobrevivir en un país violento, siempre alzado en guerra.
 
¿Podemos pasar a la cocina?

Normalmente escribo seis horas diarias, casi siempre hasta que cae el sol. Cuando no escribo busco distracción con los amigos, la lectura, la televisión o el cine. Me enojan la injusticia, la mentira, el atropello, el autoritarismo. Me deslumbra la naturaleza, la música, el arte. Y vivo rodeada de verde: acacias, tipas, eucaliptos, aguaribay, pinos, y en estos últimos años planté una bignonia, un aromo y un ficus, además de estar criando en maceta un algarrobo que actualmente sólo tiene treinta centímetros de altura. Comparto mi techo con dos gatas preciosas, madre e hija. Y por encima, y por debajo y en el medio de todo esto, leo mucho.

¿Corregís durante o al finalizar una novela?

Corregir me obsesiona, no soporto una coma mal puesta, un tiempo de verbo incorrecto, repetir adjetivos o adjetivar demasiado. Soy muy crítica de mi propia obra. Pero el placer más grande es cuando escribo sin darme cuenta del paso del tiempo, como si estuviera conectada a una inteligencia superior que me dicta letra.

¿Le das importancia a los premios?

No he recibido muchos premios, sólo los necesarios para sentir que lo que he hecho hasta ahora no ha sido en vano. Recibí el primer premio en la categoría cuentos (“El hombre de la capa de nutrias”) organizado por la Fundación Manuel Mujica Lainez y Anita de Alvear; varios años después fui finalista del Premio Planeta de Novela, y últimamente recibí dos premios que me llenan de orgullo: el Reconocimiento al Mérito Artístico otorgado por el Gobierno de la Provincia, y el premio Jerónimo Luis de Cabrera, otorgado por la Municipalidad de Córdoba, ambos por la obra realizada y los treinta años de aporte cultural a la Provincia.

La literatura actual pasa por un período muy prolífico, pero ¿hay excelencia?

Es cierto, se publica mucho, pero no todo lo que se publica es literatura. Proliferación que nos dice que hay muchos autores pero muy pocos escritores. Libros en los que se advierte la buena intensión, pero se nota demasiado el esfuerzo con que han sido escritos, el mismo esfuerzo que tiene que hacer el lector para poder leerlos. Confío que con el tiempo estos autores puedan alcanzar la excelencia.

Una charla con magia. Cada vez que hablamos con Reyna entramos en una zona única, sobrecogedora, de profundidades y vuelo de libélulas, que nos complace y nos reconcilia con el mundo de la creación, puesto que vivimos en una realidad y en un tiempo donde la chabacanería, el absoluto desinterés por la importancia del trabajo y del respeto al pasado que nos ha hecho quienes somos, nos avasalla impiadoso, sin lograr su cometido de aniquilarnos porque estamos despiertos y conscientes y podemos separar las aguas.
Reyna es su obra y su obra la magnifica y la proyecta hacia cada ser que la aborda en el rico espacio de sus páginas.  

Thomas-Yudé

jueves, 11 de septiembre de 2014

Hablar el mismo idioma - Nota Publicada en Notiserrano 136


Saber qué nombramos cuando decimos algo para distinguir entre la realidad y la ficción. Lanata Vs. Flor de la V


Por José Luis Thomas

Con todos los dimes y diretes que se han sucedido a partir de los dichos de Jorge Lanata con respecto a Flor de la V, me permito leer entre líneas ciertos aspectos que más allá del cotorreo suscitado por el/la  persona en cuestión, y que sí son preocupantes. Hablo desde el punto de vista sociológico derivando en otro aspectos que inciden en la vida y en la salud socio-política. Si uno lo toma a priori, el tema parece superficial, pero en verdad descorre velos que dejan traslucir los gravísimos síntomas que padece la sociedad y que indican que hay un daño grave en la estructura del comportamiento del ser persona, que va mucho más allá de todo pronóstico.
El tema comienza cuando Lanata afirma que Flor de la V. es un travesti. Lanata también habla del ser persona como único atributo válido a la hora de ver quién es quién. Lejos de toda denominación o elección sexual (que no sería tal, puesto que el individuo está determinado por la naturaleza; lo que tal vez elija es la aceptación a través de la cual ha de ejercer su vida y por ende lo único importante es: su ser persona); por lo que antes de continuar debo referirme a este término para ver de qué estamos hablando.
Ser persona es la conjunción del individuo en sociedad,  de acuerdo con García Hoz tendría tres características: singularidad, libertad y apertura. Cuando hablamos de singularidad (lo individual, desde lo que se parte) decimos que cuando los hechos se repiten es casi nula, pero cuando se buscan nuevas respuestas hay creación desde ella. Para que la singularidad pueda concretarse, el individuo tiene que tener claro el proyecto de vida que se ha fijado y las metas a cumplir, aún en contra de la socialización que ha padecido y del proceso de culturalización en el que está inmerso. Así relacionamos singularidad con autonomía, ya que si el individuo no se siente autónomo no puede ni manejar ni expresar su singularidad, que queda circunscripta a su interioridad (punto muy filoso puesto que lo interior no tiene límites ni puede ser corroborado, ni es medible, ni cuantificable; no hay objetividad en la interioridad a menos que se exprese en conceptos claros y que no incurra en contradicción de pensamiento, palabra y hecho) y esto también roza una delicada postura que por estos tiempos parece muy válida y que se refiere a “esos seres que se sienten singulares pero que aceptan las propuestas de las mayorías en función de una pretendida adaptación (Me permito recordar un pensamiento de Krishnamurti: “No es signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma.”; lo que también se conecta con la necesidad de una ética autónoma, hablamos de moral, de una concreción de principios éticos, de tener una conducta moral que ya no depende de principios heterónomos que devienen de los demás sino que se adscribe a la propia tabla de valores y concretarla en conductas morales autónomas. Considerando esta autonomía como una libertad individual que está íntimamente relacionada con una libertad social; sabemos que cuando se confiscan las libertades sociales, el sujeto subsume su autonomía a su singularidad no manifiesta.
Los sujetos que basan su singularidad en la aceptación de lo que proponen las mayorías se convierten en propagadores de una falsa moral que corre el riesgo de ser tomada por verdadera.
Cuando hablamos de la sexualidad nos estamos refiriendo a un aspecto muy vulnerable del ser humano sobre todo cuando está en sociedad. El sexo determina comportamientos que influyen en las conductas y en los  acontecimientos más importantes de la vida.  El comportamiento del género en todo el espectro biológico tiene un impacto muy alto. Dirige y lidera impulsos ancestrales aún cuando no sean conscientes. Reconocemos en lo externos dos formatos con características propias que se corresponderían con ciertos rasgos internos en mayor o menos porcentaje: un formato macho y otro hembra lo que no quiere decir que funcionen en un solo sentido o por lo menos en el sentido que la sociedad le confiere, y es en este punto en el que las posibilidades subjetivas conforman un abanico de posibilidades que varían en el tiempo. Como todo en la vida está en movimiento y cambia, dependiendo de la apertura, creatividad y libertad de la persona para  expresarse a sí misma, consigo y con los demás.
Las palabras por medio de las cuales nos comunicamos, esos signos que remiten a conceptos organizadores del pensamiento son fundamentales para entendernos, para compartir la realidad y saber que aunque tengamos tendencias distintas estamos hablando de las misma cosas, por ejemplo: cuando decimos árbol nos referimos a un objeto con características singulares que los diferencian de la palabra y concepto: automóvil; porque si vamos a darle autoridad a la subjetividad cada uno puede trastocar estos atributos objetivos en función de su lógica interna que no quiere decir que sea la general. Un loco tiene una lógica interna, pero no por eso lo asimilamos a la realidad para compartir la visión aunque aceptemos su propuesta. Tal vez ya se estén comenzando a sentir los efectos de la mala educación o su falta; desde hace años los alumnos no leen y por otro lado no tienen comprensión de texto, es decir, leen y no saben qué quiere decir o qué significa el texto. Ese problema, no quedó o queda sólo dentro del aula; esos niños lo trasladan a la sociedad y cuando crecen son adultos confusos, ignorantes, fáciles de engañar con promesas materiales grosera y obvias, de poco valor y para colmo de males: votan. Todo esto genera una cultura de “incomprensión” no sólo en su aspecto emocional sino en el literal de no saber qué quiere decir lo que se escucha o lee. Se cree estar entendiendo una cosa cuando en verdad se habla de otra.
Por eso cuando decimos Travesti, sabemos que estamos hablando de un “macho con pene” bajo ningún punto de vista ese órgano con características propias es parte de un cuerpo de hembra aunque haya quienes dicen que el clítoris es un pene no desarrollado. Ahora bien, lo que pueda sentir ese ser en su interior es parte de una estructura de personalidad que no descarta lo subjetivo y “el querer ser” o “el querer sentir” en función de una elección deliberada.
Cuando un varón se quita el órgano masculino (el pene) se convierte en un transexual, pero no por eso se convierte en una mujer, su cuerpo físico está formado con los atributos masculinos y ninguno femenino. Todo lo que haga será artificial; es posible que ese sujeto padezca “disforia de género” y sienta que está dentro de un cuerpo que no le corresponde; son muchos los grados de sentimientos entre el cuerpo físico y el cuerpo interno. Todo esto es real y es normal dentro de las diferencias; lo que es cuestionable es la correspondencia con los conceptos que definen esas variables.
Un varón con pene es un macho, no puede pretenderse que se lo considere mujer, porque estaríamos mezclando las lógicas y por ende entraríamos en zonas de psicosis colectiva atribuyéndole a la realidad una cualidad correspondiente a otra.
Esto es un síntoma grave que padece nuestra sociedad. No la discriminación, sino la confusión exprofesa de conceptos que definen y  convalidan la realidad; si bien cada uno puede tener distintos puntos de vista, no podemos confundir los objetos a los cuales nos referimos porque estaríamos propiciando el caos; que de hecho ya se ha instalado entre nosotros; porque si en cuestiones tan obvias como la diferencia entre un macho y una hembra tergiversamos los conceptos que las definen, “que no estaremos haciendo con aquellos aspectos subjetivos que no pueden ser corroborados en la realidad inmediata”; asocio este tema con los “relatos políticos” o los “relatos de derechos humanos” o tantos otros relatos que partiendo de un bien común inducen el pensamiento colectivo hacia zonas donde se confunden los conceptos que definen la realidad y los superponen creando una doble imagen que intenta hacernos creer que las cosas son diferentes. Este mecanismo avieso, fascistoide, mafioso, trabaja capturando la sensibilidad y los sentimientos más expuestos, y  manipula la libertad individual creando una refracción de sí misma que lleva al sujeto a no ubicar la realidad en el lugar correspondiente, y teme expresarse libremente porque no puede ubicar su posición en medio de una plataforma ficticia.
En este tema en particular se trata de confundir y embarrar la cancha asociando lo real, lo cierto, lo verdadero con homofobia, discriminación, no aceptación; se trata de amedrentar a los que ejercen su libertad de pensamiento intentando encolumnarlos detrás de un pensamiento uniforme, mentiroso y manipulador. Un pensamiento o relato que por otro lado divide a la sociedad en “los que detentan el poder con sus acólitos acomodados, serviles y dependientes de las dádivas a través de las cuales manipulan su voluntad y los inducen a perderse el respeto a sí mismo y convalidan fraudes de todo tipo y mentiras que no se sostienen ni ante ellos mismos, y el resto de la población que intenta ejercer su autonomía”.
Hay que aprender a mirar y es fundamental la capacidad de asociar los hechos y sucesos de la realidad. No hay hechos aislados; todo fluye desde la vertiente interna de una sociedad que supura una corrupción de base.
Por eso es fundamental conocer el significado de las palabras que utilizamos puesto que remiten a conceptos que significan la realidad; si desconocemos el sentido de lo que expresamos, si da lo mismo una cosa que otra, somos tierra fértil para que nos siembren con maleza puesto que habremos perdido la capacidad para reconocer las hierbas buenas y caeremos bajo el encantamiento de nuestra propia cosecha.
Volvamos al comienzo: el Ser persona, su autonomía, su poder de expresión, su singularidad, eso es lo importante. Un varón puede ser macho engendrador de prole, puede ser padre, puede ser homosexual y engendrar hijos o no, puede ser travesti y puede convertirse en transexual; una mujer puede ser hembra generadora de vástagos,  puede ser madre con sentimientos de madre, puede ser lesbiana, puede convertirse en transexual.
Lo importante y lo que significaría un verdadero cambio en la manera de pensar de la sociedad sería: aceptar que dos varones o dos mujeres pueden adoptar niños y criarlos con amor, que no necesitan transvestirse ni decir que son mujeres ni varones, creando falsos maniquíes estereotipados,  cuando en verdad tienen pene o vagina, porque estarían incurriendo en una falta grave como es: la falta de autenticidad que es un valor fundamental que debe transmitirse a un niño.
Lo importante es aceptar al ser humano, al ser persona como es, sin necesidad de falsear la realidad intentando hacer un absurdo y falso modelo de originales que la naturaleza ya ha creado con eficiencia.

José Luis Thomas


martes, 8 de julio de 2014

Ideologías - Nota Publicada en Notiserrano 135

Ideologías 

El peligro de ser fanáticos


Por José Luis Thomas

Hablamos de ideologías, somos ideologías, nos movemos en un ámbito de ideologías; a cada acto, hecho o circunstancia de la vida los convertimos en ideologías, dejamos de ver el hecho como hecho, porque lo miramos a través de ese prisma que lo descompone en lo que la suma de ideas y conceptos preconcebidos, nos indican. Toda la sencillez de la vida y de los actos humanos los agrupamos de acuerdo con esa manera de considerar, juzgar,  lo que es, y por lo tanto, dejamos de ver  “lo que es”, porque “lo que es”, es parte del presente y las ideas a través de las cuales interpretamos los hechos, son parte del pasado. Todo fluye constantemente y cambia ante nuestra mirada, pero lo juzgamos de acuerdo con esa suma de ideas que adquirimos en la creencia de estar dotando a nuestro ser de identidad, y en base a esa visión nos agrupamos tratando de ser mayoría o por lo menos un grupo fuerte, pero como no se puede ser la mayoría absoluta, es que vemos una multiplicidad de grupos convocados por distintos ideales y en continua disputa, en la creencia “absurda” de ser cada uno portadores de la verdad; aún cuando la humanidad ya sabe que toda verdad es relativa. Es decir, partimos de una falsedad (creernos dueños de la verdad), por lo tanto, si seguimos la lógica sólo podemos arribar a una respuesta falsa. Aún así, cada grupo defiende su ideología, y a pesar de tener una enorme porción de historia detrás que muestra que todo pasa y cómo las ideologías pierden vigencia ante el avance de la vida que las deja fuera de servicio, los individuos que hacen la humanidad insisten en el error. ¿Por qué será? El primer motivo es el temor, el miedo ancestral inconsciente a sentirse solo y aislado; por eso busca en la idea asumir un rol que lo identifique como parte de una mayoría que lo defienda y lo proteja. En esta creencia no duda en enfrentarse a otros individuos o grupos tratando de imponer su verdad, su relativa y miserable verdad. Para eso apela a recursos técnicos alienantes tales como: no escuchar, no ver, no aceptar, no comprender, no vivir el presente como único espacio en el que su vida tiene lugar para ser. Amparado en el pasado refuerza su identidad y proyectando hacia el futuro se engaña en la idea de supervivencia. De tales, resulta que vive fuera de la realidad en la que la vida se manifiesta y donde su propia vida tiene lugar. Lucha entonces por cosas muertas o por imaginaciones proyectadas. Mientras este mecanismo avieso sucede, la vida se le escurre, no ama, porque espera hacerlo en un futuro mejor; no comprende, porque considera que no están dadas las condiciones;  no acepta, porque piensa que si lo hace perderá identidad; no se detiene a contemplar lo que es y sucede ante sus sentidos, porque los tiene confiscados por el pasado y el futuro;  siempre lo que pasó lo llena de angustia y lo por venir de ansiedad. Juzga la vida y los hechos del vivir como absolutos y se aferra a la idea de la eternidad; no soporta  la levedad de su ser, no quiere hablar de la muerte, ni de la finitud de todo. No quiere quedar como un tonto que no tiene opinión sobre la multiplicidad de ideas que llevan a la gente ha realizar actos, que luego en un interminable círculo vicioso deberá juzgar, y sobre los que siempre tomará partido.
Sucede también que la valoración material de la vida, el apego a los objetos en paridad con sus ideas, se vuelve una posesión que lo comprometen y lo guían por un sendero de insatisfacción constante; no puede abstenerse de todo lo que el mundo sensorial le propone porque en algún punto de su memoria ancestral asoció “posesión como parte de la identidad forjada en los ideales o lo que éstos prometen” es decir, de lo que le corresponde a las ideas en el aspecto materio-sensorio, para ser.  La persecución de lo ideal (lo que deviene del mundo de las ideas-deseos) busca trocarse en materia y la materia quiere más materia, así como el pensamiento quiere más pensamiento. Necesita de una parafernalia de objetos e ideas para crear una imagen de sí ante las otras imágenes que los otros proyectan de sí mismos. Esto es indiscutible, está totalmente aceptado y por esto mi reflexión puede parecer una perogrullada, una estupidez o una incoherencia. Es que hay cosas que no se plantean porque hacerlo equivale a desnudar la máscara que recubre la falsa identidad hecha con altos ideales. Y eso no se hace. Se prefiere seguir en la mentira y la falsedad. Se prefiere morir creyendo que hay un cielo y un infierno fuera de nosotros mismos. Es que el temor maneja al hombre.
La vida es muy simple. Las ideas la han sofisticado, la revisten de una seriedad prefabricada y le aportan vicios de conducta que determina la relación malsana entre los individuos que la componen.  Uno de estos flagelos es “la división”; la mente necesita separar un concepto de otro y parcializa todo lo que adquiere para poder manipularlo. De esta división se alimentan todos los enfrentamientos.  
Juzgar, determinar y separar el flujo de la vida en bueno y malo, automáticamente antagoniza a los seres que preconcibieron la conveniencia de situarse en el lado relativo en la perioricidad de lo que considera bueno.  Si no se puede ver esto con claridad buscar en la historia la cantidad de conceptos y concepciones consideradas buenas, bajo las que se agrupó la mayoría y como denostó y llevó a la muerte a quienes se los consideraba del lado malo o equivocado, cuando luego al evolucionar el sistema de creencias se demostró que mostraban una parte de otra verdad.
Esto es así porque no se vive en el presente y se considera que los hechos deben ser apresados y guardados en una caja a la que siempre se ha de recurrir para medir la realidad; pero la realidad está viva y no puede ser medida con sistemas de medición que fueron adecuados para un determinado tiempo espacio.
Sin dudas a esta altura de mi reflexión se pregunten ¿qué hay que hacer entonces para vivir sin ideales y sin preconceptos? ¿Cómo producir moral y ética y cómo convivir con las conductas que atentan contra la vida?
Sin dudas la respuesta no es la pueda surgir de un sistema de ideas, porque estaría contradiciendo lo antes expuesto.
La vida es en presente; somos la vida en expansión constante y el único radar que puede guiarnos es la conciencia; es decir somos más que la mente, somos un espacio mucho más  amplio en el que la mente es sólo una parte y es en ese instante espacial en el que reconocemos lo que somos, que la mente no puede interferir. No hay un modo ni un sistema de control de esa continua verbalización de nuestra mente; lo único que podemos hacer es darnos cuenta, estar alertas y cada vez tomar conciencia del presente. Cuando esto sucede, podemos percibir la dimensión exacta de la vida real y cómo la persecución de ideales y derivaciones del sistema sensorio  pierde autoridad.  La identidad ya no depende de la volatilidad de sus impulsos sino que comprende y se hace una en la empatía con la presencia viva de todo lo que es. Así, poco a poco se dejan de lado los  subterfugios creados por la mente que se relativizan a sí mismos en el mundo de la materia.
Las ideas tendrán su lugar para conducir los acontecimientos del vivir en el término del presente, en las cosas prácticas, ir de un lado a otro, realizar un trabajo, etc. Reconocer la futilidad de perseguir el futuro y de tratar de que esos ideales conformen la realidad porque la realidad escapa a todo ideal.
Las ideas políticas son una antigüedad; es obsoleto el sistema de creencias que  las divide y que genera el ego del hombre y su necesidad de adquirir  poder y materialidad en derechas, izquierdas, centro y todas las subdivisiones absurdas creadas por mentes inferiores. Hasta el presente no han hecho otra cosa que mantener al mundo en estado de semievolución; nada ha cambiado desde que el hombre apareció sobre la tierra; el sistema de ideas no iluminó la vida ni la humanizó; se mata como antes, pero en forma más sofisticada: se mata por religión, sexo, poder, odio, ambición, -todo derivado siempre de las ideologías- por polítca y tantas otras formas de parcelación del sistema ideario. El hombre desconoce la vida de otros reinos, atenta contra el planeta; depreda y corrompe todo lo que pasa por su miserable sistema de ideales.
De qué sirve la tecnología, los avances científicos, si hay odio, hambre, discriminación, imposibilidad de acceder a los beneficios que la ciencia ha puesto en el sistema de salud, si hay quienes  mueren de sed,  viven en estado de indigencia; se atropellan los derechos de las etnias, hay fundamentalismos religiosos que matan en nombre de Dios (nada más absurdo) o políticos corruptos que manifiestan altos ideales para manipular la emoción de las mayorías, pero que viven vidas fastuosas.
Es tal la incoherencia, entre el pensamiento, la palabra y la obra que evidencia la humanidad apoyada en el sistema de ideales, que han traído a la humanidad hasta este presente árido, como un derivado más del petróleo en el sentido plástico de sus sentimientos; y donde la comunicación pierde el contacto real para ser virtual, marco en el que se presupone  generar “amistad”, una amistad sin cuerpo, sin conciencia real de lo que significa el intercambio de energía real, fundada en la percepción, en la palabra y los sentimientos que son expresados por medio del cuerpo que porta un espíritu.
Es necesario “darse cuenta” de la trampa de los ideales. Reconocer  la vida como un acto en presente y seguir el flujo de la conciencia que nos precede y que siempre nos guía por el sendero de la esa verdad que nunca atenta contra otro ser de la tierra.  En la conciencia hay una moral y una ética que no deviene de postulados teóricos, sino que se deriva de la sabiduría sideral que nos plantó en la tierra.
Antes de pensar en todo lo expuesto, cierre los ojos y busque dentro de sí  ese espacio en el que la conciencia está viva y le habla desde el silencio; no espere escuchar lo que quiere oír; escuche sin proponer respuestas ni deseos, sea parte del silencio y de la nada; de allí surgirán las respuestas nuevas para su nueva vida.
José Luis Thomas

domingo, 27 de abril de 2014

Terrorismo de Estado - Sus réplicas - Nota publicada en Notiserrano 134

Terrorismo
de Estado

Sus réplicas 

Por José Luis Thomas

Siempre decimos que en la época de los milicos tuvimos terrorismo de Estado y es cierto, pero no es menos cierto que en el presente también tenemos Terrorismo de Estado, ¿cómo?
Veamos: La inseguridad que no es atendida por el Estado, es Terrorismo de Estado, simple, sin vueltas, aunque divaguemos en respuestas variadas, sólo serán excusas. Cuando un gobierno, el que sea,  permite a lo largo del tiempo que la violencia y la inseguridad se instalen como moneda corriente, que el Congreso Nacional no revise  las leyes y las modifique acorde con la realidad  y cuando la Justicia adicta al poder permanezca en la indolencia es Terrorismo de Estado.
La sociedad está atrapada en palabras y emociones, en diatribas políticas intrascendentes, mientras el gobierno en su afán de mantener el poder y someter a la Clase Media permite, es complaciente con los delincuentes en el afán de meter miedo y devastar poco a poco el sistema Republicano.
Hecha culpas a los medios como si los hechos fueran un invento y los muertos no fueran muertos y los deudos mitificadores.
Cuando un gobierno miente y oculta sus acciones es Terrorismo de Estado y cuando crea confusión hablando de ser inclusivo y al mismo tiempo reconoce su fracaso en ese sentido porque considera que la inseguridad es por falta de inclusión, es Terrorismo de Estado.
Cuando la Educación no es prioritaria, se crean todos los posibles mecanismos para que el pueblo caiga en formas de delincuencia y de ahí al Terrorismo de Estado hay un paso.
Permitir que entre la droga al país y que se instalen los narcotraficantes y que el paco destruya la mente de los jóvenes es Terrorismo de Estado “y lo más grave es que no se puede dialogar ni esperar conductas normales ni sentido común con mentes drogadas”.
Señores: esto es Terrorismo de Estado, disfrazado, envuelto en vientos de justicia social, y de resentimientos que vienen dividiendo a la sociedad en dos facciones tan tajantes que la lógica y el sentido común parecen haber perdido todo valor y significado. Es que somos víctimas del Terrorismo de Estado, estamos siendo carne de ese proceso, de esa insanía, de ese maltrato, de esa felonía y en su último tramo nos vemos empujados a hacer justicia por mano propia, y ya en esa deshumanización revierten la indolencia y cargan contra los inocentes en lugar de volver la mirada hacia los delincuentes para frenar su avance.
Esto es Terrorismo de Estado. Ese método impuesto por la denostada clase militar no es privativo de sus desmanejos; ese modo de sometimiento ha sido recogido por estas facciones mafiosas y fascitas y sus seguidores a los que les convienen las prebendas, los beneficios que reciben a cambio de hacer la vista gorda (incluyo a pensadores, intelectuales, periodistas, artistas y todos los que a lo largo de sus vidas han tenido la oportunidad de estudiar para que a través de la asociación con hechos del pasado puedan reconocer las diferencias; y un pueblo raso, crédulo, que todavía no despertó y cree en los pajaritos de colores, se contenta con su pequeño logro devenido de alguna adhesión partidaria, y que encandilado con el árbol no ve el bosque, y todos los que desde el odio pretenden imponerse enarbolando la bandera de los Derechos Humanos.
La tergiversación y el deliberado sistema de enturbiar las aguas y confundir valores que todos deseamos  haciéndolos parecer como propios de las clases bajas en contraposición con las clases medias y altas, como si éstas solas fueran las causantes de los desequilibrios, es Terrorismo de Estado.
Sabemos, todos sabemos que el ser humano está dotado de deseos y necesidades: tanto los pobres como los ricos. Y también sabemos que los bienes materiales son pasajeros,  que ser pobre no es una virtud y ser rico no es una maldad. La naturaleza de las conductas entre nosotros determina la clase de relación insana que vivimos. Los pobres y los ricos están sujetos a las mismas pasiones, desequilibrios y capacidad para el mal o el bien. Allegados al dinero los hombres se vuelven pardos no importa si nacieron pobres o ricos; la diferencia la hace su evolución interior y espiritual.
Es Terrorismo de Estado que la sociedad vea y asista al enriquecimiento ilícito de sus gobernantes, a la incoherencia entre el discurso y los hechos: hablan al pueblo con argumentos de izquierda, de humanismo, de justicia social y en lo personal viven vidas propias de las Derechas más recalcitrantes, haciendo abuso de medios y dineros que roban al pueblo; Esto es Terrorismo de Estado.
Y también es Terrorismo de Estado que los docentes, las fuerzas policiales y los profesionales de la salud ganen sueldos que no les permiten vivir con dignidad mientras los Diputados y Senadores provinciales y nacionales tienen remuneraciones que exceden en mucho sus capacidades y lo que hacen, por cuanto el deterioro social es consecuencia de su falta de idoneidad y acción a la hora de trabajar para el beneficio de todos los argentinos y no sólo de los partidarios.
A los hechos del pasado no hay que recordarlos sólo con actos, es fundamental reconocerlos en las conductas presentes; no hacerlo es permitir que nada cambie.
Terrorismo de Estado es la realidad insalubre que vivimos manifestada en variados y múltiples hechos de corrupción, imposiciones absurdas, medidas económicas y sociales arbitrarias, surgidas de la ignorancia y la discapacidad para hacer políticas de Estado; sólo generan acciones inmediatas para sostener sus cabezas en el poder.
Esto y mucho más es Terrorismo de Estado, y hasta me atrevo a decir que los milicos en esto fueron nenes de pecho; porque en el presente se supone que estamos en democracia.
José Luis Thomas

Papismo o ¿Papa manía? Nota publicada en Notiserrano 134

Papismo

¿o Papa manía?


Por José Luis Thomas

Estoy mirando la realidad y siempre hay algo que me llama la atención. Hoy mi mirada está puesta en el Papa Francisco. En lo que he dado en llamar la Papa manía. Y miro desde dos puntos de vista. Uno la actitud del Papa y otro lo que me lleva a considerar el término manía con respecto a la gente.
Algo me hace ruido y cuando eso sucede me detengo a observar más de cerca y para ello debo despojarme de prejuicios y preconceptos, de imposiciones culturales y determinaciones sociales con las que uno convive sin darles demasiada importancia, a veces. Por lo general no me dejo atrapar en convencionalismos y en creencias y temores, ni adhiero a esos conceptos que indican reverencia nada más que por seguir tradiciones que vienen desde tiempos remotos, cuando fueron creados ciertos patrones de convivencia para controlar las relaciones salvajes de la humanidad.
Ha pasado mucha agua bajo el puente y es preciso aprender a mirar para redescubrir lo esencial debajo de las múltiples capas de las fabricaciones mentales de la realidad.
Esta imagen del Papa continua, que tiene consejos para todo y todos y que se sobreexpone, me aleja del concepto espiritual, y siento que lo que en un primer momento se  mostraba esperanzador, ahora corre el riesgo de caer en  la banalización.
Toda imagen que se expone demasiado pierde fuerza. Toda palabra que se repite mucho deja de tener efecto. Las conductas que se exteriorizan demasiado y tienden a destacarse, por la razón que sea  dejan de cumplir con su objetivo. Más aún cuando nos referimos al campo espiritual.
El Papa apareció en un momento en que la humanidad está, por un lado necesitada de un cambio, sobre todo la iglesia, y por el otro esa misma humanidad está desbordada por la trivialización de la materia y es irrespetuosa en todo sentido con lo que puede significar algún tipo de control de ese falso ego que la empuja en pos de múltiples fuegos fatuos. Por un lado juega el juego de la búsqueda espiritual –como una receta que se pueda aplicar sin atravesar el proceso de cambio que es interno- y por el otro utiliza la novedad de la que intenta servirse –en este caso el Papa- para seguir igual, pero con la conciencia más aliviada.
El Papa, está siendo devorado por su propia imagen, por esa exposición y por todo los mecanismos que crean reflejos de humildad. Tal vez considere que debe jugar con los mismos resortes que manejan las mayorías para llegar a sus corazones; pero es un juego peligroso, la imagen y la sobreexposición terminan por encandilar y se pierde el sentido de la verdadera transformación espiritual.
Para ver con mayor claridad este concepto que a priori puede parecer chocante (referido a la figura del Papa), observemos lo que nos sucede con personajes cercanos y su manipulación desmedida de la imagen: Políticos y vedetongas, por poner sólo dos ejemplos; llega un momento que dejamos de prestarles atención: tanto la imagen como lo que les sucede y lo que dicen nos suena a repetido, falso, armado; no queremos oírlos porque por lo general ya hemos llegado a la conclusión que nos dejan siempre en el nivel de las apariencias.  Se habla del cambio para dejar todo como está.
Pero ustedes dirán: pero este Papa está haciendo cosas, cambios reales. Sí es verdad, pero sin embargo la sobreexposición pública es demasiado rimbombante. Su figura, su mensaje, la profundidad espiritual se vuelve común.
Pero si todos somos iguales en esencia, y los mensajes deben ser comunes para llegar a las masas, podemos decir. Sí, pero cuando el ser humano –en general– reduce todo a su misma condición, le pierde respeto. Porque –cuando no hay un verdadero despertar espiritual- necesita admirar lo inalcanzable.
Pensemos sino en alguien importante cercano cuando no tenemos llegada a él y cuando es nuestro vecino y participamos de su cotidianidad: por lo general pierde valor.
El Papa, habla y habla (Pensemos en nuestra Presidente o en los líderes de la oposición) y se muestra de manera indiscriminada, deja de tener peso esa palabra y esa imagen.
El trabajo espiritual, el que consiste en guiar y despertar las conciencias debe pasar inadvertido: así se multiplica. Cuando tratamos de esconder algo, todos quieren encontrarlo, poseerlo.
Siempre me llamó la atención algo tonto como es la apreciación que la generalidad tiene de dos árboles: El olmo y el paraíso. Son plaga –dicen, y los desestiman. La gente quiere especies más difíciles de cultivar; quiere lo que nos es masivo. Para mí son maravillosos porque son pródigos (pero ése soy yo, apartado de las mayorías y de las masificaciones, convencionalismos y todo tipo de ismos).
Vivimos en tiempos de fuertes cambios donde las apariencias se confunden con lo original.
La Iglesia como poder espiritual, debe hacer grandes cambios para sanear sus filas ávidas de poder material y de corrupciones por falta de autenticidad y discapacidad para asumir sus verdaderas identidades. La Iglesia ha sido a los largo de la historia una institución, ligada al poder político que más ha atentado contra la vida; aunque parezca un contrasentido (recordemos a modo de ejemplo la Inquisición). Este Papa parece tener capacidad para revertir esos  mecanismos perversos y reordenar ese caos institucional y sobre todo espiritual, porque si sus ministros fueran en verdad espirituales no podría darse ningún tipo de corrupción: es algo incompatible.
Me dirán que este Papa actúa así para obtener poder de la gente y con él producir los cambios necesarios dentro de la Iglesia; es posible que así sea; pero eso no quita que la sobreexposición de imagen y palabra sea al mismo tiempo la pala que cava la fosa.
En última instancia el Papa hace el trabajo de un sacerdote, se relaciona con la gente para darle paz y amor: no hace más que su trabajo.
Sucede que las cosas del vivir parecen haber perdido sentido y exaltamos como excepcional lo que debe ser la norma.
Tanto hemos caído en el circo de hacer de la vida un kiosco de trivialidades que cuando alguien, en el rubro que sea tiene coherencia, dignidad y sentido común creemos ver cosas extraordinarias.
Ya no vemos la imagen real, sino la refracción y perdemos de vista la originalidad; nos quedamos con los modelos a escala y con las imitaciones; con esa manera tan de la modernidad de hacer todo en serie; por eso cuando algo no encaja con esa masificación o nos reímos y los estigmatizamos por locos o nos volvemos penitentes cegados por la propia necesidad de valores y por la ausencia de identidad, singularidad y coherencia.
La gente en su conjunto siente que todo está fuera de cauce, que algo anda mal, que sufrimos una especie de locura por una forma de vivir poco saludable o porque ponemos la esperanza en líderes políticos o religiosos deseosos de que ellos solucionen de forma mágica lo que cada uno debe hacer por sí mismo y que de hacerlo redundaría en beneficio de todos sin necesidad de líderes, maestro, gurúes o caudillos.
Pero eso sería volver la mirada al interior, darle espacio a la conciencia, desactivar la mente identificada con el ego y vivir en armonía con el presente y en sintonía con la vida toda. En ese modo de vivir no entra el poder, ni la comparación, ni la envidia, ni el apego a las posesiones materiales, mentales o profesionales. Hacer esta revisión interior, generar este cambio sería un signo de evolución, de haber trascendido la materia para comprender el verdadero sentido de la vida.
Es más fácil esperar por las decisiones de un Papa (en este caso), que nos diga lo que ya sabemos que hay que hacer, pero no queremos, porque hacerlo significaría desactivar el andamiaje que nos da seguridad: el ego.
Por lo pronto, la figura del Papa, parece despertar pequeños destellos de luminosidad en las anquilosadas vidas rutinarias. Y por eso se festeja y es novedad su modo mediático de llegar a la masa desahuciada y doliente. Pero ¡cuidado! La exposición pública trae desgaste, cuando se vuelve figurita repetida y pasa la novedad y no se han hecho cambios radicales o no hay magia, la imagen pierde brillo, y los ojos que antes se iluminaban en la esperanza de que todo cambiara sin hacer esfuerzo, comienzan a buscar otra luz, otro gurú, otro líder. Así viene la humanidad rodando de entre santos y locos, fanáticos, fundamentalistas y criminales que, de pronto, parecen tener la suma de la verdad, cuando sabemos que la verdad es relativa. La humanidad es una, las divisiones son el resultado de las mentes egoicas que dividen para manipular. Y el ser humano que vive en la inconsciencia siempre quiere más.
El papa Francisco, es un ser humano que tiene un modo de hacer las cosas; las exposición mediática como todo en la vida, debe ser medida, sobria; más aún en un mundo globalizado y atiborrado de recursos tecnológicos que multiplican una imagen en millones pasando por la casera de compartirlas en facebook.
Compartir imágenes de bondad o tragedias no nos mejora; la única forma de evolucionar es tomar conciencia, volvernos hacia adentro, vivir el presente, aceptar lo “que es” para que a partir de verlo, podamos cambiarlo, si es que hay que hacerlo, pero siempre en presente; el futuro es una creación de la mente que se autoengaña para saltar el presente en busca de falsas promesas de realizaciones futuras que nos llenan de ansiedad, pero el futuro está hecho con el presente esto quiere decir: no esperemos que el futuro sea distinto de lo que somos y hacemos en el presente.

José Luis Thomas



jueves, 27 de marzo de 2014

Enriqueta Muñiz, Norberto García Yudé, Cristina Mucci, José Luis Thomas


Enriqueta Muñiz, Norberto García Yudé, José Luis Thomas, en el mítico Café Tortoni.










Enriqueta Muñiz, José Luis Thomas, en nuestro programa de Radio Nacional: Entre Nosotros literariamente hablando




Enriqueta Muñiz, Norberto García Yudé, en nuestro programa de Radio Nacional: Entre Nosotros literariamente hablando.















Enriqueta Muñiz, Cristina Mucci, Norberto Gracía Yudé, José Luis Thomas, en ocasión de recibir los cuatro el premio Gente de Letras.

sábado, 15 de febrero de 2014

Argentina conducida a una calle sin salida

Argentina conducida a una calle sin salida


Si no renovamos la conciencia, si no la despertamos de su letargo, si no comprendemos la importancia de un Contrato Moral entre los argentinos, la salida es equidistante, ilusoria, fatua. 


Por José Luis Thomas

Próximo a cumplir sesenta años, miro hacia atrás y descorro el velo del tiempo. Me ubico en mi país y trato de armar un mapa para guiar el derrotero hasta hoy. Argentina es ese espacio de tierra inmensa que se devora a sí misma. La tierra, me pregunto, el piso que me sostiene ¿está  separada del hombre que la habita? No, me respondo, somos un todo, me digo y vuelvo a preguntar: ¿entonces por qué la destruimos? Porque desde hace sesenta años, y no quiero sino referirme al periodo que abarca mi vida, mi experiencia directa, para no depender de las interpretaciones de otros, ni de documentos, ni  de nada que no sea mi propia capacidad para ver, sentir, comprender y juzgar lo que me ha tocado vivir -deslindado de la evolución personal, que ha sido buena a pesar de la marea en contra, constante y consecutiva propiciada por “una forma de ser argentina” que está representada por la clase política, que no hace otra cosa que dividir y destruir- para extraer un sentido a lo que pareciera no tenerlo.
Es injustificable la naturaleza egoica de quienes detentan el poder, antes y ahora (con la excepción de Arturo Umberto Illia y de Raúl Alfonsín).
Desde otras filas han guiado al pueblo a la división, a la incentivación del odio y a la exacerbación de una clase contra la otra.
Los que han trabajado por la “justicia social” lo han hecho desde el odio y el resentimiento, por lo tanto, en lugar de reordenar la naturaleza emocional que induce al grueso de la población a expresarse por medio de palabras y acciones siempre teniendo un culpable “externo” a sí mismo. Siempre “el otro” es el responsable de su desgracia.
Se ha tratado a lo largo de décadas de marcar el ganado con sentimientos tales como:
Los ricos son malos – Los pobres son buenos.
Jamás trataron de hacer reflexionar sobre el absurdo de esos conceptos.
El ser humano es una energía en permanente cambio, tener dinero o no tenerlo,  es una circunstancia que puede vivirse en medio de la inconsciencia más profunda.  El dinero no es ni bueno ni malo. Como la vida está en permanente cambio, hay veces (infinitos casos) en que alguien con dinero deja de tenerlo y alguien sin dinero pasa a tenerlo. Allí se puede ver la naturaleza verdadera del ser y puede ser que “el rico, ahora pobre, sea un buen ser humano y que el pobre, ahora rico, sea una basura”.
Es como ensalzar al que muere aunque haya sido una mala persona; la muerte no nos hace mejores. Sólo es muerte, final del ego.
Siempre, en todo el proceder humano inconsciente hay hipocresía, temor, falsedad.
Los gobernantes, que salen del pueblo, de hecho, eventualmente son nuestros conocidos, parientes o vecinos, llevan la marca en el orillo.
Tienen ideales fatuos, separatistas, mediocres, egoístas, avaros de poder, de status, no sacrifican su espacio de poder en función de la totalidad del pueblo. Se relativizan a las filas de su partido y desconocen a las otras partes que conforman el todo.
Así, no puede haber crecimiento. Así no se puede avanzar, siempre se arrastran cadáveres.
Desde hace sesenta años no veo que se junten todos los políticos para “diagramar el país para todos” es decir creando políticas de Estado, que se mantengan, independiente de los gobernantes que puedan sucederse en el cargo.
Eso sería generosidad, altruismo, pensar en la Patria.
Por eso no son creíbles.
Por eso son despreciables.
Por eso son semillas malas que siempre están reproduciendo frutos de peor  calidad.
Desde hace años, son los mismos,  a los que suman las crías, sí las crías, porque hijos es otra cosa.
Desde hace años nos llevan a enfrentamientos inútiles; nos imponen arbitrariedades, contradicciones, fórmulas vacías de contenido, improvisaciones, desconocimiento, ignorancia.
Sus discursos van por un lado y sus acciones por otro. Salvo las excepciones mencionadas y algunas otras de la actualidad (Elisa Carrió) se enriquecen vilmente a costa del pueblo.
Se vacía al Estado; se entrega el país, gobierno tras gobierno, se lo reduce y desarticula. Los frutos de la tierra son malversados; el trabajo de los hombres ninguneado.
Desde hace sesenta años, espero coherencia, consolidación del bien común, desarrollo sustentable, educación como único medio de evolución, ¿y qué sigo viendo? Hambre, pobreza –en un país inmenso y rico- anomia, involución, inseguridad en todo sentido, destrucción de la cultura del trabajo, fraudes, corrupción, impunidad, coptación de la justicia, destrucción del Poder Judicial; la inmoralidad de los que gobiernan (salvo excepciones, pero con estas no refundamos la Patria –donde sea, pueblitos, provincia o nación- es de tal magnitud, que junto con los años me crece una desolación amarga. No por mí –yo José Luis– sino por mis congéneres, mis compatriotas, a quienes “les han robado las vidas”. A mí no han podido robármela porque no tengo una vida, soy la vida.
Tengo la fortuna de tener conciencia y estar alerta. Pero quienes viven en la inconsciencia y sufren en seco el embate de desinteligencia política de Argentina, tienen  justificado su pánico, sus miedos.
A mis casi sesenta años sé que si la conducta moral de los argentinos no toca fondo y cambia por generación espontánea, no hay salida.  Como dije antes,  las crías crecen y ponen huevos, por lo tanto es más de lo mismo, refritado.
¿Qué nos haría tocar fondo a los Argentinos?
El dolor, en aquellas cosas que a los argentinos nos afectan, hasta que no demos más. Porque cuando las tragedias son en Buenos Aires, el interior del país lo vive como algo de “los porteños” y cuando pasa en otra provincia, nunca se lo siente como propio (aunque haya cadenas solidarias).
Solidaridad no es salir corriendo sólo cuando sucede una catástrofe, solidaridad es una acción continua y conjunta de unión a favor de todos y cada uno de los habitantes.
La tragedia tiene que suceder al mismo tiempo en todos los ámbitos sin distingos de clases sociales, credos, políticas o lo que sea que crea una separación de hecho o de concepto.
¿Es duro? ¿Estoy loco? Puede ser. Siempre soy muy personal. No sigo modas ni conveniencias.
¿Que no tengo esperanza? ¿Que no soy optimista? No creo en la esperanza como un modo de permanecer en la indolencia, esperando que algo o alguien haga algo, que sucedan milagros.
El optimismo deviene de la conciencia despierta, pero si la mayoría está dormida, inconsciente y tratando de pasar el momento lo mejor posible, el optimismo en sí mismo no tiene sentido, sólo conduce a espejismos y a retardar el momento del despertar, que es personal.
Así como el individuo evoluciona cuando sufre y toca fondo;  cuando ya no puede sufrir más, acepta la derrota y cambia; así en lo micro como en lo macro. ¿Ven la relación individuo-país?
Por eso no veo salidas, aún hay una gran mayoría en la inconsciencia, en el egoísmo, inmersos en sus propias miserias que no ven y maquillan en la ilusión de “estar en otra realidad”,  lo mismo que proyectar ideales a futuro que no hacen más que alargar la agonía, aunque esté maquillada.
Hasta que cada individuo no sea consciente de sí y en esa conciencia integre al otro como parte de la vida que está viviendo, hasta que no acepte la realidad y deje de esperar  por utopías absurdas porque no quiere sufrir, seguirá sufriendo y el país estará a merced de todos los delincuentes posibles, en el llano y en las altas esferas.
Sesenta años, un privilegio, apenas una parte de la vida argentina en una película que se repìte ad infinitum. Sé que la vida es en presente, que sólo se puede cambiar ahora, no mañana; tomar conciencia, estar alerta y cambiar, podría evitarnos tener que pasar por largas tragedias, pero no sé si la gente que vive en la inconsciencia está dispuesta a cambiar, justamente porque no está alerta, no ve, se proyecta en un ideal, en una esperanza, en todo lo que no está en el presente.

José Luis Thomas


jueves, 2 de enero de 2014

Estar alerta


Estar alerta

Aceptar lo que es. Vivir el presente como si lo hubiéramos elegido.

Por José Luis Thomas

¿De qué podemos hablar cuando tenemos que ser cuidadosos en lo que decimos?
¿Por qué tenemos que cuidarnos?
¿Estamos paranoicos?
¿Lo que sucede es real o es ficción?
¿Nos funcionan los sensores para darnos cuenta de las diferencias?
El otro: ¿es nuestro enemigo?
¿Es posible que la realidad se haya dividido en varias partes?
¿Es la división irreconciliable?
¿La realidad de cada uno es tan única que no admite la convivencia con las realidades ajenas?
¿Se puede vivir con tantas realidades sin que se quiebre la mente?
¿Por qué sucede esto, si es que sucede?
¿Hasta qué punto hemos perdido el sentido de unidad, de sentir que somos congéneres, compatriotas, que venimos del mismo pasado, que nacimos en la misma tierra?
No quiero hacer una reflexión política, intento una introspección gnoseológica. Busco hablarnos a nosotros, los argentinos.
No pretendo un análisis ideológico partidario.
El ser humano es anterior a sus definiciones políticas. La vida se construye en el cuerpo y la sangre sobre la base de una identidad de conciencia; es decir, de un vigía que precede a la mente que piensa y que elige y se identifica con palabras, conceptos, credos, culturas. Todos estos ítems forman parte del “yo”, del ego, de lo que muere.
Intento hablarle al testigo, a la esencia que nos define, a la naturaleza viva, que no es otra cosa que la vida misma. Somos la vida.
Mi propio yo tiene tiempos en los que se le escabulle a la conciencia y toma partido por “lo que sea” que se le ocurre coherente son su sistema de ideas y creencias y me lleva a enfrentamientos con esa multiplicidad de ideales y sistemas de creencias de los otros.
Pero no hay otros, somos uno.
Cuando regreso a casa, cuando vuelvo al centro, veo la realidad: una multiplicidad de egos asidos a su verdad, perdidos en la parcialidad, ahogados por  las diferencias, sumidos en la inconsciencia, es decir en la creencia vana de considerar su “yo”, su “ego”, separado del resto, huérfanos en una tierra extraña.
Eso es lo que nos agazapa detrás de nuestras identidades relativas y perennes y que siembra en el ambiente una energía contaminada, cargada de egoísmos, miserias, dolor, enfrentamientos, injusticias indiferenciadas, vaciamiento de toda identidad humana, de toda esencia sustentada en el amor y la comprensión.
Transcurre solapado, un vuelo de cuchillos invisibles que nos está deshaciendo, no la carne, el alma. Arrasa con todo lo objetivo que pueda surgir de un consenso racional, equilibrado, devenido del pasado e imbricado en la realidad actual, e instaura una psicótica plataforma desde la que despegan las más inverosímiles certezas basadas sólo en el pasajero criterio de un individuo que desconoce el conjunto de sabidurías que se fueron amasando con el correr de los tiempos y que nos dan un punto de partida cierto: hablo de los aprendizajes humanos en el área que sea.
En esta parafernalia de egos desatados, se desconoce el valor de la educación, la formación académica, la experiencia real surgida de la práctica en el tiempo de tareas u oficios, y se instaura el reino de la “improvisación” y del “todo vale”, indiscriminadamente.
¿Será éste el resultado de la superpoblación?
¿Tendrá que ver con el sentido altamente materialista del vivir sujeto a consumo y vaciamiento de todo sentido de calidad, en pos de una trivialización de las relaciones, como consecuencia del hastío que producen los destellos de la materia que se vuelve insatisfactoria, porque la matriz interna de los sujetos ha perdido la conciencia primigenia?
¿Es el producto de los deseos desmedidos, que como un mono suelto salta de un brillo a otro y nunca encuentra el contento?
¿Estaremos bajo el influjo de la ceguera intuitiva?
¿Serán éstos egos actuales, seres que no se ven a sí mismos y que por ende no sienten la igualdad esencial, la llama humana que nos consume?
Es fundamental reconocer y aislar a la naturaleza relativa, circunstancial y pasajera de todas y cada una de las figuraciones de la realidad y del ego. Nada de todo lo que creemos poseer –aún las ideas– nos pertenecen. Son espejismos que nos encandilan un momento y nos dan la ilusión de ser poseedores eternos. Todo lo que surge de la mente, del pensamiento, de las ideas, de la materia cambia y muere. Nada permanece. Nada.
Lo único que trasciende es la conciencia presente, desprendida de todo el flujo sensorial. Estar alerta nos permite darle lugar a la presencia que nos guía en medio de las tinieblas materiales que ensombrecen el camino y nos hacen creer poseedores de algo que en definitiva es sólo humo. Pero que sin embargo en nombre de esas miserables posesiones –aún cuando sean fortunas– nos enfrentamos, nos dividimos y por sobre todas las cosas no creamos infelicidad.
No es cuestión de estar en contra de algo –porque no hay nada fuera de nosotros– se trata, más bien de activar la presencia interna, la conciencia despierta que nos liberará de todas las trampas de la mente, de todos los espejismos y de cualquier posible engaño surgido del mundo sensorio, y del despliegue incesante de los pensamientos que nos construyen una identidad a la que nos aferramos porque creemos que es lo que somos y que cuando la vemos flaquear nos unimos a otros que creen hacer sonar la misma música y nos volvemos intolerantes, vacíos de conciencia unitiva, caemos en la deshumanización en la vanidosa idea de creer que nuestros ideales, nuestros puntos de vista son los mejores, los únicos, los salvadores.
La salvación está en cada uno, en su despertar alerta a la conciencia como la presencia universal que nos conecta a la vida.
Por esto y mucho más, ¡relájese! esté atento a lo que sucede, sin dudas es lo que tienen que suceder, no se resista, acéptelo como si lo hubiera elegido. Viva el presente en sintonía con su conciencia -esa presencia- que es la vida en usted y en cada ser que habita la tierra.

José Luis Thomas

Mabel Pagano


Mabel Pagano

La palabra viva de la exitosa escritora cuya vocación es pasión de vivir.

En una larga entrevista con Notiserrano a raíz de su última novela histórica: Elisa Lynch, una irlandesa en el Paraguay.


Tuvimos el placer de reencontrar en Córdoba, a una querida y gran escritora, amiga desde hace muchos años, cuando teníamos nuestro sello El Francotirador Ediciones en Buenos Aires: Mabel Pagano. Escritora con todas las letras, entregada a su oficio con pasión, amor, coherencia, entusiasmo y continuidad sin descanso. Siempre dispuesta a lograr sus objetivos ¡y vaya si los ha logrado! ¡con creces! ¡con éxito! ¡con reconocimiento popular, de tantos lectores que la siguen a través de los tantísimos libros que ha publicado. Mabel Pagano afanada en su tarea, recorre el país y se acerca a la gente, comparte con sus pares y disfruta de la gracia de la palabra que fluye de todo su ser. A nosotros nos llena el alma de alegría y amor porque conocemos el fuego de su ser creador y quisimos compartirlo con todos los lectores de Notiserrano, en una ida y vuelta de preguntas y respuestas que iluminan el sendero del escritor y de tantos que se inician. Coincidimos en todo con su pensamiento y su juicio crítico, porque sabemos que no es producto de modas ni de oportunismos, sino que surge de convicciones certeras que se forjaron al calor del trabajo y la experiencia y que Mabel con toda generosidad expresa en este reportaje.
N -¿Por qué escribir y no otra forma de expresión?
MP -Hace muchos años intenté otra forma de expresión, la pintura, pero al fin se impuso LA PALABRA.
N -¿Cómo aparece en vos esta vocación, qué anécdota recordás y cuándo?
MP -Fui muy lectora desde chica y comencé a escribir a los dieciséis, poemas por amores no correspondidos. Lo habitual a esa edad. Cuando empecé a escribir cuentos, alrededor de los veintidós, tiré todos los poemas, que eran horribles y NUNCA MÁS poesía. No soy apta para ese género.
N -¿Cómo comenzaste a desarrollarla?
MP -Leyendo, escribiendo. Después hice algunos cursos con Martha Lynch e Isidoro Blaisten, pero luego volví al principio, leyendo, escribiendo. Y a partir de los veinticinco años, empecé a concursar. Concurso que había, concurso que yo participaba. Así gané cien premios literarios, pero entré en quinientos concursos, más o menos. Así que no hay que exagerar. Gané un veinte por ciento y perdí un ochenta.
N -¿Cómo congeniaste la Mabel que trabajaba, la esposa, la madre, la hija? Y si no escribías ¿qué te pasaba?
MP -Mientras permanecí soltera, todo bien, pero claro, al casarme tuve que asumir otras funciones. Ya no podía a recurrir a “Mamita”. Y cuando nacieron las mellizas se complicó todo más aún. Por suerte, mi mamá daba una mano y tenía una señora que se ocupaba de las chicas y de la casa, mientras yo cumplía funciones de secretaria en empresas privadas desde las nueve de la mañana a las cinco de la tarde. Llegaba de regreso a las seis y cambiaba de rol. Cuando todos dormían, otra vez el cambio y a escribir. Igual, ahora que ha pasado ya el tiempo, debo confesar que también “robaba” espacios durante mis horas laborales. En cualquier momento libre, escribía. Entre mis papeles de trabajo siempre había hojas sueltas de mis cuentos y novelas. Fueron años de un enorme esfuerzo, pero no puedo quejarme. Los resultados borraron los sacrificios.
Con respecto a la pregunta sobre qué pasaba si no escribía, no tengo respuesta. Yo siempre escribí.
N -¿Como te ubicás: entre la pasión, el deseo, la necesidad, el juego, la mascarilla detrás de la cual Mabel es muchas otras?
MP -Yo descreo de que escribir sea un oficio. Respeto esa opinión pero no la comparto. Escribir es una vocación y en ella yo me ubico experimentando todo eso que vos decís, pasión, deseo, necesidad, jugar, apostar, también arriesgar. Me muevo en ese ámbito con calma y seguridad, lo mismo que cuando debo cambiar el rol, ir de compras, saludar a los vecinos y enterarme de las nuevas del barrio, compartir tiempo con personas amigas que no escriben y hablar con ellas de otras cosas, cocinar rico para la familia. O sea, tengo una “gran cintura” no política, por suerte, pero sí a nivel de vida y experiencias. La parte “débil” de mi vida, las amarguras, las necesidades insatisfechas, los sueños que no se cumplieron, las angustias y la soledad que progresivamente va ganando mis días, pues la canalizo en la convivencia con mis “bichos”, escribiendo y leyendo ¿de qué otra manera sino?
N -¿Cual es tu frecuencia de trabajo?
MP -Cuando trabajaba con relación de dependencia, ya te dije, en ratos libres de la oficina y a la noche, algo tarde pero no  tanto porque había que levantarse a las seis de la mañana. Ahora que soy libre, escribo un rato a la mañana y otro rato a la tarde, aunque no compulsivamente ni por obligación. Si tengo ganas me siento frente a la compu, sino, queda para mañana..
N -¿Qué dispara tu imaginación?
MP -Leer y escuchar a la gente.
N -¿Qué personajes son irresistibles?
MP -Los que no hayan olvidado esos valores que hoy parecen en desuso: lealtad, heroísmo, solidaridad, firmeza en los ideales, saber amar, saber esperar, aprender a resignarse.
N -¿Imaginación pura y recreación o ambas conjugadas?
MP -Ambas conjugadas.
N -¿Cómo encaja la fantasía en tu literatura?
MP -Tiene su lugar. Yo escribo novelas históricas bien documentadas, basadas en una sólida investigación, pero hay cosas que debo imaginarlas, necesariamente, por ejemplo, determinados situaciones íntimas de las que, por supuesto, no hay registro. Por suerte, no soy ensayista porque en ese género la imaginación no cabe y requiere una disciplina de la que carezco..
N -¿Cual ha sido tu derrotero creativo a lo largo del tiempo?
MP -Como dije, empecé escribiendo poesías, hoy inhallables (por suerte), después pasé al cuento y finalmente a la novela. He escrito algunos cuentos entre un libro y otro, pero creo que es en el género novelístico donde me siento más cómoda.
N -¿En qué momento aparece en vos la historia?
MP -Amo profundamente a mi país y desde el principio he escrito sobre su devenir político, social e histórico. Sin embargo, lo netamente relacionado con la historia comienza con la biografía novelada “Eterna”, sobre la vida de Eva Perón. Ahí conozco a quien fuera su confesor, el jesuita cordobés Hernán Benítez, quien me “presenta” a Lorenza Reynafé y luego a Luisa Martel de los Ríos. Esas son mis primeras novelas sobre mujeres cordobesas. Habría otras después, Clara Oliva, Mimí Lozada de Solla (la fundadora del Museo de Alta Gracia) y Clara Oliva. Hay, sin embargo, dos excepciones en mi historial con respecto a la nacionalidad de mis heroínas, Manuela Sáenz, la ecuatoriana amante de Simón Bolívar y Elisa Lynch, la irlandesa que siguió a Francisco Solano López al Paraguay y allí se afincó hasta que, terminada la Guerra de la Triple Alianza, cuando se vio obligada a volver a Europa.
N -¿Cómo manejás los datos históricos y de qué manera recreás el ambiente para insertarlos?
MP -Tengo una fuerte lucha conmigo misma para no usar TODOS los datos que reuno, porque lo último que quiere un escritor es abrumar a sus lectores. Creo que con el tiempo y el ejercicio, voy logrando insertarlos de la manera más ligera posible, aunque no siempre, debo confesar. En algunos de mis libros introduje el género epistolar porque de esa manera pongo en las cartas los datos complementarios que no están en el texto común y con ese recurso se logra evitar la densidad de la información, ya que en vez de “amontonarse” se diversifica.
N -Desde el momento en que tomás conocimiento del personaje hasta que comenzás a escribir ¿qué pasos cumplís y cuánto tiempo tardás?
MP -Me lleva su tiempo reunir la información. No he logrado acortar plazos ni con Internet porque desconfío de algunas de las cosas que aparecen en esas páginas. Así que, si  bien las consulto, después las tengo que verificar, de modo que no gano mucho. Mi fuente principal son los libros y los números de “Todo es Historia”, la valiosa revista fundada por don Félix Luna, donde algunos autores se han ocupado del tema elegido, en distintas notas. En general, completar la información me lleva aproximadamente un año. Después, el escribir la novela otro año, seis meses para contar la historia y otros seis para revisarla.
N -¿Cual de todos tus libros elegís por sobre los demás? ¿Por qué?
MP -Considero a los libros como mis hijos espirituales. Y una madre no debe, jamás, mostrar diferencias entre uno y otro. Cada uno me gusta por distintas razones, pero no hago diferencias entre ellos.
N -¿Qué personaje es el más acabado?
MP -Hay personajes más fuertes que otros, sin duda, Martina Chapanay es uno de ellos, pero otros, como el de Clara Oliva, que parece más silencioso, más difuso, si se lo analiza, al fin también resulta tener perfiles de heroína, si bien en un terreno diferente al de las armas: el de la persistencia en el sentimiento..
N -¿Te identificás con alguna de tus heroínas?
MP -Y… algo de uno, del autor, siempre va a parar a sus personajes. Algo de mí está en cada una de esas mujeres.
N -¿Cómo han sido tus días afanada en la tarea de escribir?
MP -Muy activos, ocupada, pensando, leyendo, haciéndome un lugar entre una obligación y otra para cumplir con todos los “deberes”.
N -¿Qué quedó en el camino?
MP -Afortunadamente, creo que nada quedó en el camino. Jamás he contestado a una amiga que me llamó por teléfono: “perdóname, no te puedo atender, estoy escribiendo”. Yo siempre he atendido mis afectos. Es así como he logrado conservarlos. Tengo dos hijas a las que considero haber formado bien, una es Licenciada en Letras y la otra en Historia, sin que yo haya influido en eso. Eligieron solitas sus carreras. Pero no hubo noches en su primera infancia en que se hayan dormido sin que les leyera un cuento. Tomé mate con mi madre hasta que ella partió, siempre tuve mis ratos para ella y, repito, también para mi gente amiga. Escritores o no. Y atendí mi vocación. Con esfuerzo, conseguí que no fuera necesario abandonar nada por ella. Sacando las cosas que la muerte, lo inevitable, me ha arrebatado, tengo “el elenco completo”. Aunque, pensándolo bien, tal vez si hay algo que quedó en el camino: la consagración. Me faltó tiempo para concurrir a presentaciones, a actos, a reuniones que, quizás, hubiesen contribuido a que hoy fuera una escritora más conocida. Pero no me arrepiento. Tampoco se puede tener TODO en la vida.
N -¿Qué has aprendido como lección de vida dentro del camino de las letras?
MP -Primero a no “creérmela”.  No me sentí escritora sino hasta bastante después de haber comenzado a publicar mis libros. Creo que el don de poder escribir me fue concedido por Dios, así que no lo considero una virtud personal. Aprendí a manejar el “yo” gracias a esta idea. Y así como no me envanecen los halagos recibidos, no me han deprimido las fuertes críticas que también llegaron. Me encanta recibir “SI”, pero aprendí a sobrellevar los “NO”.
N -¿Qué te ha dado Córdoba?
MP -Córdoba me dio mi lugar de escritora. La tranquilidad de tener un editor que me “banca” y me publica un libro por año, Ediciones del Boulevard. Y también el haberme abierto otras puertas, El Emporio Libros me editó una novela con la que gané un premio en San Luis y Editorial Comunicarte me publicó un libro de cuentos para chicos. También me dio un lugar en lo que hace a las invitaciones que recibo, de la Feria del Libro de la Ciudad de Córdoba, de la de Hernando, de la de La Granja. Y el respeto y la consideración de gente como Rony Vargas, que siempre me recibe en su programa con un afecto que agradezco desde el fondo de mi alma. ¿Para qué hablar de los amigos? Cristina Bajo, que me abre las puertas de su casa y me da “albergue” cuando estoy allá, sus amigas que ahora también son las mías, sus alumnas que me leen y amigos de otros puntos de la provincia, como los de Alta Gracia, por ejemplo, entre los que los cuento a ustedes. La nuestra es una amistad que nació en Buenos Aires y ahora se trasplantó a Córdoba, con éxito.
N -¿Qué importancia han tenido los premios en tu carrera? ¿Cuántos tenés?
MP -Lo de los premios lo contesté más arriba. Puedo mencionar aquí los más importantes: Emecé, Fundación Fortabat, El Cid Editor, Gobierno de la Provincia de San Luis, Intendencia de la Ciudad de Córdoba, Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Fondo Nacional de las Artes.
N -¿Han influenciado  en algo tus elecciones?
MP -Siempre ayuda ganar premios, pero no es lo fundamental. Da alegría, satisfacción, pero siempre hay que seguir peleando.
N -¿Cuántos libros has escrito?
MP -Cuarenta y dos.
N -¿Cuántos has publicado?
MP -Treinta y nueve.
N -¿Qué género considerás comercial?
MP -A la luz de la realidad, el género más comercial es la novela. No coincido con eso que dicen las editoriales  que “el cuento no se vende”. En la Argentina hay excelentes cuentistas. En los sesenta y setenta, escritores del nivel de Abelardo Castillo, para mí el más grande, Marta Lynch, y luego Isidoro Blaisten, entre otros, eran verdaderas “estrellas” con sus libros de cuentos. No sé por qué ha cambiado eso, pero con  seguridad que no es por los escritores, que sigue habiendo excelentes cultores del género ni por los lectores. Hay un montón de gente que ama leer cuentos.
N -¿Qué anécdotas te acordás con respecto a tus lectores?
MP -Hay algunas muy simpáticas que se enfocan hacia el mismo lado. Personas que se acercan y le dan una interpretación a determinado pasaje del cuento o la novela, que a mí ni se me había ocurrido. Eso es lo mágico de escribir y “soltar” los textos. Cada lector ve en ellos algo distinto con lo que se identifica, que lo conmueve especialmente y a lo que le da la interpretación que su sensibilidad le dicta.
N -¿Cómo ves la literatura actual?
MP -Yo leo muchos argentinos y, además, como me nombran jurado de distintos concursos, especialmente el del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por mi condición de premiada, tengo ocasión de frecuentar a conocidos y desconocidos. Hay entre ellos GENTE QUE ESCRIBE y hay ESCRITORES. Por desgracia, muchos de estos últimos, que serían merecedores de premios y reconocimiento, a veces quedan en el camino. Y sacando los concursos, que ya es un tema difícil por la cantidad de participantes, quedan las editoriales, arduo peñón para abordar. No reciben originales y, generalmente, se limitan a editar los libros que consideran un éxito por anticipado, los que les aseguran buenas ventas. Y… son empresas, pero hay mucha crueldad para los escritores que buscan un medio para dar a conocer sus escritos. Resta la posibilidad de pagarse las ediciones, cosa que a veces se les hace difícil también porque las buenas, las que editan con calidad, a veces no son accesibles. Resumiendo, un pano-rama duro.
Todo esto hace que si bien hay gente talentosa cu-yos libros podemos disfrutar, hay muchos otros que no trascienden y cuyas obras nos perdemos. Tal estado de cosas hace que no haya puntos relevantes en la literatura actual, un nivel alto y parejo. Y sí, en cambio, mucha “hojarasca”.
N -¿Cuales son tus referentes?
MP -Amo a Haroldo Conti, lo releo a menudo. Sigo conmoviéndome con sus libros, con lo que logra hacer trascender de ellos. Un enorme escritor. Y, ya lo dije, de los vivos, Abelardo Castillo me parece un MAESTRO, al que, considero, todavía se le debe el homenaje y la consideración que merece.
N -Hay mucha gente que escribe ¿Está bien que así sea?
MP -Repito, hay gente que escribe, bien y mal y hay ESCRITORES. Está bien que el que quiera escribir se exprese. Lo que ya no está tan bien es que “se la crean”. En ocasiones he visto a autores que tienen UN LIBRO y ya se consideran como tales. El tiempo, por suerte, se encarga de poner las cosas en su lugar.
N -¿Qué consejo podés darle a los que se inician?
MP -Que se ocupen de algo que no les ocasione tantas penas. No, ahora en serio, si la vocación está, no es posible acallarla porque eso se transforma en una tremenda frustración. Si hay pasión por escribir, pues hay que vivir esa pasión. Lo que hay que controlar es el EGO, trabajar, concursar, tener autocrítica y pelear siempre, con las armas limpias de la honestidad y la lealtad hacia uno mismo, para lograr ser publicado. Escribir no es lo más difícil, lo arduo viene después del punto final, cuando uno se pregunta ‘bueno y ahora qué?
También les aconsejaría que escriban lo que sienten, aquello que los apasiona y no se anoten en las “modas”. ¿Está de moda la novela histórica? Escribimos novela histórica. ¿Está de moda la novela romántica? Escribimos novela romántica. ¿Está de moda el género policial? Bueno, hagamos algo policial. Mirá, te cuento algo que me parece interesante sobre esto de las tendencias. Hace aproximadamente quince años, una editorial importantísima de Buenos Aires, una de las dos más grandes, convocó a un grupo de escritoras para que “pusieran manos a la obra” y escribieran novelas históricas, que era lo que más se estaba vendiendo en ese momento. Lo hicieron. Conocí bien sus obras porque fui invitada a coordinar dos mesas que tuvo a ocho escritoras como protagonistas, cuatro una semana y cuatro la otra semana, así que leí sus libros para poder armar debate con los asistentes. Algunas de las novelas eran buenas otras no. Se les notaba el “oportunismo”. De ese grupo, te diría que han sobrevivido tres autoras, cuya calidad se vio en libros posteriores. Las otras quedaron por el camino. En ese tiempo, María Rosa Lojo, gran amiga y gran escritora, me había expresado con cierta preocupación: “Van a bastardear el género”. Nosotras, aclaro, ya hacía veinte años que escribíamos novelas históricas. Me acuerdo que le dije: No te preocupes. Esto, como lo decía el anillo de aquel rey “también pasará”. Y así fue. Lo que perdura es la calidad. Los buenos libros, sean del género que sean, se siguen reeditando, leyendo y, por lo tanto, vendiéndose, más allá del tiempo. Los otros se olvidan pronto. Así que repito, el consejo es que quien tenga el don de escribir, escriba sobre lo que sus sentimientos le marcan sin agregarse a corrientes que, si no responden a su ser interior, lo harán naufragar muy rápido. Y siempre, siempre, hay que tratar de que el libro siguiente sea mejor que el anterior. Investigar, leer, corregir, corregir, corregir, seguir aprendiendo, perfeccionándose, es lo que hará que la obra perdure.
N -¿Qué te gustaría decir de tu última novela?
MP -“Elisa Lynch, una irlandesa en el Paraguay” es una novela dura, tal vez la más fuerte que he escrito, porque la Guerra Grande, que está como telón de fondo, fue de una crueldad extrema y no había forma de evitar ciertos sucesos que en su transcurso tuvieron lugar. El amor de Francisco Solano López y Elisa Lynch emerge de ese escenario de desastre como una luz, si bien la contienda persiste en la memoria americana como una tragedia para la que todavía no hay explicación.

Thomas-Yudé