sábado, 14 de enero de 2012

Las cosas por su nombre

Las cosas por su nombre
(Nota publicada en el número 118 de Notiserrano)

Por José Luis Thomas

Cuando las palabras son vaciadas de contenido o como se dice vulgarmente “nos quieren hacer pasar gato por liebre”.

La palabra, su significado literal y el concepto que deriva en la conciencia popular debería remitir a una comprensión clara de la expresión humana. Pero no siempre es así.
Los ejemplos abundan, pero me voy a referir a uno muy popular y de moda.
Estamos en tren de comprender que todos somos diferentes, de tal modo que la homosexualidad, por estos días se estaría aceptando, por lo menos en lo aparente. Aún la sociedad guarda para esta forma de sexualidad algunos o varios prejuicios que no se anima a demostrar en virtud de no parecer atrasado.
Sin embargo, y referido al tema inicial, es interesante revisar algunos aspectos relacionados con la concordancia entre la palabra y su significación profunda.
Todas las personan podemos tener hijos; esto es independiente de la elección sexual y podemos sentir que somos respecto de ellos, padre o madre.
En el caso de los heterosexuales no habría inconveniente en la utilización de cualquiera de los apelativos de acuerdo con el género de cada uno.
La cosa comienza a chirriar cuando homosexuales y travestis eligen ser llamados padres o madres.
Y para dar un ejemplo bien crujiente he de referirme a Florencia de la V. Todo está bien con su sexualidad, con su arte, con su vida. Pero Florencia de la V. es un travesti que conserva su pene, no se ha operado. Esto no fue impedimento para que los que administran las leyes hayan vulnerado el espíritu de las mismas y le hayan otorgado su documento femenino. Es decir es un hombre, puesto que aún conserva el pene aunque su psicología diga otra cosa, y tiene un documento en el que figura como mujer. Otra demagogia más de los poderes o de quienes se arrogan la impartición de los Derechos Humanos (tan de moda por estos tiempos así como la ausencia de obligaciones y respeto por “el otro”, que también tiene sus derechos).
Una cosa son Los Derechos Humanos y otra muy distinta la permisividad de incoherencias conceptuales.
Y aquí me permito ampliar la significación de esta particularidad en virtud de esa incongruencia que lleva a confundir los conceptos que conforman la realidad.
Que Florencia no se haya operado es hasta el presente una indiscutible certeza de que su pene le es de utilidad en lo sexual. Es decir, es una persona con documento femenino que siente como varón a la hora de obtener placer sexual y darlo a otro. Es un fraude psicológico dirigido a la sociedad. Es una distorsión de las formalidades éticas y una desconsideración hacia sus congéneres.
Su esposo, es a su vez un homosexual tapado, (como tantos que no se animan a vivir con autenticidad) por cuanto goza del placer sexual entre dos varones, aún cuando tenga una esposa con documento femenino, pero que en lugar de vagina tiene pene. Separemos lo emocional que impide ver lo que es; es decir, una incoherencia que genera confusión y conduce el nivel de comprensión de las relaciones humanas a lugares en los que se devalúan las ideas, los conceptos y la autenticidad. Me permito deducir estos aprioris del hecho de que Florencia no se opera, porque sabe que el día que lo haga se acaba su matrimonio, puesto que a su pareja lo que lo estimula es justamente el pene.
Pensemos un instante: Un hombre que se acuesta con un travesti que parece mujer pero que en realidad es hombre, induce a considerar que el supuesto varón que elige este tipo de relación no asume su homosexualidad.
Luego Florencia tiene dos hijos de los que dice ser la madre; es decir una persona que siente como mujer pero utiliza su pene para darle placer a su marido, pretende imponer la idea de que es una madre. Y asevero esto porque si no fuera así, si no le diera placer, ya se habría operado. Es decir la sociedad debe asimilar que una madre ahora puede ser un hombre con pene.
Toda una confusión innecesaria.
Todos podemos tener hijos y criarlos independiente de la sexualidad que aceptemos tener.
Pero si un varón travestido (que aún conserva su pene) se hace llamar madre, está devaluando a todas las mujeres a las que llamamos madres.
Esta incoherencia, este modo de atropellar el lenguaje no es inocente; genera en lo profundo de la psique un relajamiento de aquellas funciones básicas que moderan el comportamiento social.
Y así en todos los niveles, las palabras están siendo vaciadas de sus contenidos y la sociedad se pierde en la multiplicidad de niveles de comprensión y casi está quedándose sin ellas. Ya no hay riqueza oral para expresar las ideas; la reducción del lenguaje es una evidencia que podemos parangonar con la disminución de hielos en los polos, paradigma que permite ver las mutaciones naturales por un lado y las humanas por el otro, en una suerte de vasos comunicantes que revelan la correspondencia global.
Podemos decir, en el caso de Florencia que todo está bien y quedarnos asimilando un absurdo para no desgastarnos, sin embargo, esa técnica por la cual pretendemos no darle trascendencia a las evidencias, no significa que no sea recogida por el inconsciente del que fluirá sin el control de nuestro yo de mil maneras, que a la postre se nos devolverá en “un estado de desasosiego, angustia, frustración, hasta llevarnos a la depresión”.
Son muchas las ocasiones en las que pretendemos que las cosas no pasan, no son, lo que no significa que no nos afecten y como la vida es relación, las consecuencias las sufrimos todos.
Cuando Florencia de la V. se opere, será un mujer y será natural llamarla madre, pero mientras conserve su pene lo natural será llamarle padre, aunque esté vestido como una mujer.
De lo contrario estamos dándole el mismo rango a lo real que a lo aparente y en ese juego permisivo y peligroso perdemos de vista la autenticidad y todo se vuelve una mentira. Por eso desde hace tiempo la sociedad padece de anomia, una profunda falta de confiabilidad. Desde hace mucho venimos devaluando la palabra y advertimos que no se corresponde lo que se dice con lo que se hace.
Los cambios son parte del movimiento (no siempre evolutivo) y como son una evidencia debemos aceptarlo, lo importante también –para no caer en profundas confusiones– es llamar a las cosas por su nombre.
Nada más hermoso y loable que “ser lo que se es”, con autenticidad y sin eufemismos; así las diferencias, lejos de separarnos, nos unifican en la validación de “seres humanos”, puesto que todos somos diferentes y no sólo por los “dones” que recibimos al nacer sino por la elecciones en cuanto a los valores permanentes en medio de la mutabilidad, que cada uno elige para vivir en este mundo y en relación con todo lo que es y éstos son: autenticidad, honradez, sencillez, humildad, visión bidimensional de los alimentos terrestres, coherencia, trabajo, respeto por cada criatura del planeta y por cada átomo que mantiene la cohesión universal, comprensión y amor. Todas estas cualidades hacen a la estructura de una personalidad consciente del sentido de la vida.