domingo, 26 de julio de 2015

María Rosa Lojo - Reportaje publicado en Notiserrano, realizado por José Luis Thomas y Norberto García Yudé

María Rosa Lojo

Estilo y pasión proyectados en la palabra
Multifacética escritora argentina que trasciende las fronteras de la patria y nos representa en el mundo con lo mejor de su literatura.


María Rosa Lojo, es una de nuestras grandes figuras de la literatura contemporánea.
Destacable en todo sentido, consustancia el oficio de escribir con una pasión rigurosa y consecuente.
Seguimos su carrera desde sus comienzos y nos complace acompañar ese derrotero de éxitos, que no son producto del azar, sino de su enorme y profunda capacidad de trabajo. Su ética, su sencillez y su profesionalismo, la convierten en una rara avis de este medio; su vida y el camino que eligió seguir se unen en una obra multifacética, de profundas raigambre poética, atenta y despierta a crear y recrear espacios de ficción, donde la palabra se vuelve sentido y compromiso, desde los que propone diferentes puntos de vista para avanzar sobre la realidad, aliada con la perspectiva que ofrece la literatura como vocación y derrotero, ineludible, casi fatal, del que no puede desprenderse porque hacerlo sería perder el aliento de vida.
En este extenso reportaje exclusivo para Notiserrano, podemos conocer y disfrutar de su pensamiento y de los más iluminados conceptos sobre la literatura y el arte de crear.

-Cuando se ha desarrollado una carrera con creatividad, coherencia, continuidad ¿en qué lugar queda el primer libro: Visiones y ese autor de entonces?
-Visiones es un primer libro publicado, pero no es el primero escrito. Empecé a escribir poesía en la adolescencia, en la escuela secundaria (algunos poemas de esos años fueron recuperados como epígrafes en las tres partes de mi última novela, Todos éramos hijos) y publiqué esta obra (que fue Primer Premio de Poesía de la Feria del Libro de Buenos Aires) recién cuando tenía treinta. Por eso no lo veo como un texto inicial sino más bien como llegada a un punto en donde, después de haber experimentado bastante, pensé haber encontrado una voz. Se trata de un libro que plantea una opción estética clara, una dirección y una forma (el poema en prosa, la microficción lírica) en la que luego seguiría trabajando.
-¿Por qué poesía y de qué manera incide el lenguaje poético en la obra posterior?
-La poesía existe para formular lo que no puede decirse de otro modo verbalmente; el poema está hecho de piezas irreemplazables (quizás una combinatoria secreta) que enuncian una revelación. No necesariamente una revelación sagrada (aunque la poesía mística sepa de esto), pero sí una “epifanía” estética (para usar el concepto de Joyce): una iluminación original del mundo, que se construye y encarna solo en esa reunión de palabras precisas.
Por eso para mí la poesía funciona como un modelo incluso en la narrativa. Es un horizonte de exigencia que promueve la síntesis, la decantación, la condensación, la intensidad sin concesiones.
-¿Qué tiene la poesía por sobre los otros géneros, al momento de expresar (siguiendo la idea de que “expresar” es “sacar de preso”).
-Lo que está preso, para mí al menos, es la interioridad de una visión, que solo es dado reconocer y entregar en palabras: ESAS palabras y no otras.
-¿Hay un punto final para lo que está preso o es equidistante y fluye sin cesar?
-¡Ojalá fluyera sin cesar! La poesía se hace cuándo y cómo donde ella quiere. Sucede, más allá de nuestra voluntad. O no sucede. A veces, es tensión insuperable, lucha, impotencia: “Es que hay una visión y no la puedes decir, acaso porque no existen palabras para ti. La vida ríe de las palabras y juega, escéptica, con esos dados que siempre han de perder: ¿no sale acaso, una vez y otra, el número inexacto, el indeseable? Estas palabras réprobas, estos soldados viles de un ejército en derrota…” (Visiones) Y otras, un salto arriesgado, un extraño milagro de supervivencia en lo extremo: “Como un salto de animales por la rueda de fuego, como una caminata mortal sobre una cuerda de viento, en equilibrio sobre una tierra cortada, en puntas de pie sobre un cuchillo de hielo que se va deshaciendo a cada paso. // Así, el poema.” (“Semejanzas”, en Esperan la mañana verde).
-¿El hecho poético se ve amenazado por lo confesional?
-Por definición la lírica se asocia a la expresión de la subjetividad. Pero subjetividad no quiere decir inmediatez. El sujeto poético no es “literal”; es una ficción estética, una construcción metafórico-simbólica de experiencias humanas que los lectores pueden asumir como universales y propias al mismo tiempo. Esto, desde luego, cuando el texto poético logra su objetivo.
-¿Cuál es el límite que dice sin decir?
-La poesía siempre está en el límite con lo inefable. Una isla de palabras en un inmenso mar de silencio y misterio.
-¿Cómo sentís que ha sido tu evolución poética?
-Como escritora me fui interesando cada vez más por la historia y los conflictos del país en el que nací, por sus pueblos originarios, sus culturas, sus mitos ancestrales. Eso se imbricó en el diálogo preexistente con la tradición literaria y filosófica occidental. Creo a partir de La pasión de los nómades (1994) mi mundo imaginario se volvió más concreto, complejo y plural, atravesado por múltiples voces y relatos. También se advierte ese cambio en la poesía, sobre todo en los dos últimos libros: Esperan la mañana verde e Historias del Cielo (ambos publicados en Bosque de ojos).
-¿Está siendo la poesía un género menor, en el sentido de no ser comercial y al ser tan manoseada por estos tiempos por gente que la elige con facilismo y nada de respeto?
-En la consideración académica, seguro que no es un género menor, todo lo contrario, aunque son más bien una minoría los especialistas que trabajan sobre el género, quizá por la mayor dificultad para asir la poesía como objeto crítico y teórico.
Que algunas personas crean ser poetas por el solo hecho de haber sido alfabetizadas, me parece una cuestión inofensiva, en el sentido de que tales creencias no influyen fuera de los circuitos en donde actúan y se aplauden mutuamente. Seguiremos disfrutando y admirando la buena poesía de todas maneras.
-¿Qué temas son propicios para la buena poesía? ¿O todo depende de la pericia del poeta?
-No hay temas propicios, hay poetas que hablan de lo importante. O logran que su palabra nos importe a todos.
-¿Qué hace que una poesía sea inolvidable? ¿O no es necesario recordarla y sólo debe funcionar como disparador?
-Personalmente, recuerdo de memoria solo un poco de la mucha poesía que leí en mi vida. Entre esos versos, el magnífico soneto de Quevedo “Amor constante más allá de la muerte”, que actúa como disparador interno de un  texto mío titulado “Amor constante” (Esperan la mañana verde). Pero me parece que, lo fundamental, más allá de los versos puntuales que uno recuerde, es el efecto, el impacto que permanece.
–Tu carrera arranca con premios, es decir, con estímulos que habrían indicado que estabas en el camino.  ¿Fue así? ¿O la disposición era más fuerte que esos indicadores luminosos?
-Los premios ayudan, es innegable, para convencerse de que uno “está en el camino”. Y también sirven para que un escritor novel logre publicar algo tan “impublicable” como la poesía. Pero claro está que no se escribe para obtener premios, sino por un fuerte impulso interior. Porque se necesita, porque no se puede ni se quiere evitarlo.
-Ser doctora en Filosofía y Letras, ¿fue una catapulta o por el contrario activó al enanito crítico interno, trabando el hecho creativo en todo lo que éste tiene de espontáneo, suelto, y con ese dejo de “no me importa nada”, esto es lo que siento?
-Viéndolo en perspectiva, no creo que estudiar Letras haya sido negativo para mí como escritora. También tuve siempre una vocación marcada por la crítica y la investigación y elegí una carrera que me gustaba y en la que pude lograr un desarrollo intelectual y hacer una obra. Lo que aprendí no redundó, creo, en inhibirme creativamente; más bien sirvió para mostrarme referentes, para definir mi propia ubicación en el campo literario argentino, para encontrar mi propia medida y definir mi voz. Lo que sí: nunca me dejé llevar por meras modas. Ni antes ni hoy. Nunca escribí para satisfacer lo que la corriente académica dominante en un determinado momento esperaba leer, o lo que aprobaba según los estándares de la hora.
–Se pueden separar los campos, el de la Teoría literaria y el de la creatividad?
-Son campos diferentes, aunque pueden interactuar y sin duda lo hacen. A veces se cruzan en los textos de determinados autores. A ver: un escritor/a puede introducir en sus ficciones una dimensión metatextual, puede teorizar desde dentro de una novela o de cuento sobre lo que está haciendo (el caso de Piglia en la Argentina, de Muñoz Molina en España). Buena parte de la poesía de Girri es también una teorización sobre la poesía. Pero a la inversa, un teórico académico de la literatura, en función de tal, no mezcla elementos ficcionales dentro de una especulación que debe atenerse a un protocolo epistemológico. En cambio, como lo dijimos, la ficción (poética y narrativa) no está sometida a ese protocolo e incorpora y vampiriza libremente todos los discursos dentro de su propuesta, si ese es el proyecto del escritor. Sobre todo en la novela. Como decía Sábato, glosando a Paul Valéry (pero adjudicándole un valor positivo): todos los géneros le pertenecen.
–Uno supone que es posible al ver tu extensa obra, pero puede ser “tu caso” y no la generalidad, así como suele decirse que el “periodista mata al escritor” o, “el editor mata al escritor” o como en tu caso “el profesor o Doctor en letras, mata al escritor?
-Bueno, me remito a lo que acabo de contestar. Los escritores, cuando hacen ficción, aprovechan y utilizan para sus fines todo el bagaje de que disponen. Ser profesor o doctor en Letras (y muchos literatos lo han sido y lo son) no está contraindicado para escribir ni es un obstáculo para la fantasía. Hay excelentes ejemplos en la historia literaria, empezando por autores hoy de moda, que fueron reconocidos académicos y que se caracterizaron también por una obra de imaginación frondosa, como C. S. Lewis (el de las Crónicas de Narnia), o J.R.R. Tolkien, nada menos.
–Al seguir tu trayectoria, tan certera, tan paso a paso, tan a conciencia, no se advierten baches, sí una férrea determinación que pareciera decir “a como dé lugar” ¿Se relegaron otros aspectos de tu vida?
-Creo que no. Hice lo que pude con lo que tuve. O, para decirlo de otra manera: dentro de mis condicionamientos, los personales y los sociales, hice lo que elegí y llegué hasta donde pude. No siento que haya postergado cosas. Me casé con mi gran amor (estamos juntos hace treinta y siete años), nunca dejamos de querernos, pasamos muchas dificultades y también fuimos muy felices, tenemos tres hijos juntos. Mi vida no fue cómoda ni descansada, pero nunca busqué la comodidad sino la intensidad. Así que no me quejo.
–Has incursionado en varios géneros: Poesía, Cuento, Novela, Ensayo, Crítica literaria, ¿Con cuál te sentí más cómoda?
-Todos, cada uno en su momento, y la poesía siempre en el centro y en la médula.
-¿Cómo llega a vos el hecho creativo? ¿Surge el tema primero? ¿El título? ¿La necesidad?  ¿La oportunidad?
-Depende de cada libro, nunca es igual. El título no suele surgir antes en mi caso, encuentro que es lo más difícil de poner, toda una apuesta. Tiene que representar o cifrar al libro, y ser su puerta de entrada; incitar al lector sin decepcionarlo después. Las imágenes también tienen un lugar poderoso. En Finisterre, por ejemplo, el poder simbólico del lugar geográfico y todo lo que evocaba en mí, fue determinante. Los temas importan, pero nunca llegan aislados de tramas y posibilidades narrativas. Y siempre se escribe lo que es necesario, aunque solo suele publicarse lo que es oportuno…
-¿Cómo determina lo que vas a escribir el curso de la realidad y las necesidades socio-político-culturales? ¿O no es importante para nada?
-La realidad siempre incide, en todo lo que hacemos y pensamos como escritores. Pienso en la novela histórica, de la cual se ha dicho que es el género más vinculado con el presente. Porque interpelamos el pasado siempre en relación con los nudos conflictivos y los puntos de interés que nos marca el presente, en función de aquello que esperamos explicarnos y descubrir.
 –Has abordado temas totalmente diferentes: novela histórica, investigación y dentro de esta última vertiente “Cuerpos resplandecientes. Santos populares argentinos”, esto marca esa diversidad de inquietudes, ¿al momento de crear sólo hay un tema: escribir-se?
-Los temas no son tan diferentes. Se trata de distintos tipos de asedio a un mismo núcleo de problemas: los existenciales, los histórico-sociales. Cuerpos resplandecientes puede parecer un tanto exótico dentro de mi producción, pero sin embargo empalma perfectamente con los dos libros de cuentos anteriores: Historias ocultas en la Recoleta, y Amores insólitos. El imaginario de la fe (la fe popular, en este caso), completa el de la muerte y el del amor. Y todos configuran la trama compleja de la vida en este rincón del mundo.
–Cada libro sin dudas nos revela algo de María Rosa, elegimos algunos para despertar tu mirada retrospectiva y que nos cuentes lo que significan para vos:
-Lo intento, en muy pocas palabras.
Novela:
La pasión de los nómades.  La deuda con el pasado y con las culturas originarias, la aventura, la vuelta sobre las propias huellas para comprender el presente. Y un itinerario personal inolvidable: nuestra propia “excursión a los indios ranqueles” en familia, siguiendo la de Mansilla.
Una mujer de fin de siglo. La mujer creadora, ayer y hoy.
Finisterre La experiencia extrema, los fines de mundo, el cruce cultural, la libertad y el cautiverio.
Todos éramos hijos La adolescencia. La intemperie. Aceptar o no aceptar las condiciones de la vida. El temor y el temblor. La utopía y la tragedia. Ser hijo, ser padre. El sacrificio.
Cuento:
Marginales Vidas condensadas, (auto) biográficas poéticas, al filo de la muerte o después de ella.
Historias ocultas de la Recoleta. Sucesor de Marginales. Desarrolla, sobre el cementerio de la Recoleta, la amplificación de la lápida y el epitafio. Cada vida es una metonimia de su contexto y de su tiempo, y también una metáfora.
Poesía (poema en prosa, microficción lírica): Destello, iluminación, explosión. Visión fugaz  y profunda. Todo relato existe para desembocar en la poesía.
Visiones
Forma oculta del mundo
Esperan la mañana verde
Historias del Cielo
(Reunidas en Bosque de ojos)

Ensayo:
Sábato: en busca del original perdido. Libro surgido de mi tesis doctoral sobre un escritor que trabaja sobre símbolos fundamentales de la cultura occidental desde una perspectiva latinoamericana y argentina.
Los gallegos en el imaginario argentino. Saldar una deuda con el pueblo de mi padre, que es también el colectivo migratorio español más numeroso de la Argentina. El libro marca el desfasaje entre la innegable importancia del grupo como constructor de nuestra sociedad y las representaciones estereotipadas que minimizan o desdeñan su aporte. Y al mismo tiempo, muestra cómo la literatura puede ir más allá de esos estereotipos.
Ediciones Críticas:
Lucía Miranda. Rescate editorial y crítico de la primera novela escrita por la literata más importante de nuestro siglo  XIX. Que además es la primera novela en la saga secular del mito de Lucía Miranda inaugurado por Ruy Díaz de Guzmán, donde el mestizaje hispano-aborigen aparece como matriz fundadora de la sociedad argentina.
Diario de Viaje a Oriente. Un descubrimiento (el manuscrito inédito del  primer texto escrito por Lucio V. Mansilla: su diario de viaje al Oriente, cuando era apenas un adolescente) que nos llevó a mí y a mi equipo a toda clase de pesquisas, y nos ofreció un verdadero mapa genético de su obra posterior.
Es una obra muy extensa desarrollada en corto tiempo, si contamos a partir de 1984.
-Pareciera ser que en narrativa, sobre todo novela, apoyás la estructura en hechos históricos o personajes de cierta trascendencia ¿cómo trabajás el aspecto ficcional al momento de recrear los ámbitos en el espacio-tiempo?
-Con imaginación y muchas lecturas.
-¿La imaginación pura es para la poesía y las narraciones cortas?
-La imaginación nunca es pura. Emerge desde el mundo en el que vivimos y dialoga con los textos que leemos.
–Desde los años que te conocemos, siempre nos ha intrigado cómo distribuís el tiempo entre la vida familiar, lo laboral (comentarios y críticas en medios gráficos, entrevistas, ferias nacionales y mundiales, el Conicet, ser directora de colecciones para editoriales y “la creación literaria” tan extensa, comprometida y continua? ¿Una Mujer Maravilla, tal vez (en el mejor sentido)?
-No, para nada, tengo muy poco en común con ese personaje con poderes extraordinarios. Solo soy organizada, laboriosa, creo que con gran sentido práctico, y me gusta lo que hago. Por eso lo sigo haciendo obstinadamente.
-¿Cómo ves la literatura actual?
-Se publica mucho, florecen las editoriales, pero el público lector no ha crecido en la medida de la oferta. Me parece que no hay lectores suficientes para tanta multiplicación de libros, y que para los lectores que existen, es muy difícil orientarse en un medio donde unas novedades tapan a las otras. En medio de esta superabundancia, siguen surgiendo nuevos y buenos escritores, algunos visibles y otros no.
-¿Qué opinión te merece esta euforia generalizada por escribir, que pareciera ser que hay más gente que escribe que lectores?
-Es posible que en esta era de “hipertrofia del yo”, escribir sea una forma más de exhibición narcisista de la propia intimidad para parte de la gente que lo hace. Esa tendencia es clara en las redes sociales y quizás explique algo de la hiperproducción. También, tecnológicamente, hoy es mucho más sencillo imprimir un libro, aparte de los medios de publicación electrónica de fácil alcance.
-¿Cómo se aprende a escribir? De acuerdo con tu experiencia ¿qué hay que tener en cuenta?
-Siempre pensé que no hay recetas para escribir. Ante todo, hay que leer, mucho, y sacar las propias conclusiones.
-¿Cómo se atraviesan las críticas, las envidias (y aquí recordamos al querido Koremblit que siempre decía: “Los escritores son como un baile de ciegos: todos se abrazan, pero ninguno se puede ver?”)
-El mundo literario está lleno de resentimientos y de pavos reales, algunos más insoportables que otros. Hay, si se quiere, ciertos atenuantes. Es que quizás hace falta una dosis extra de auto afirmación para resistir en esa postura a contracorriente que implica ser artista. Pocos emergen de la oscuridad y la lucha por el reconocimiento es dura. De todas maneras la vanidad, la maledicencia, la envidia, no son exclusivas de los escritores. Las hay en todas las profesiones y son parte de la condición humana. Es cuestión de aceptar que las cosas son así, y sumarse lo menos posible una misma al coro de las insidias. También, hay que decir, se cosechan amigas y amigos duraderos en el medio intelectual. No todo se reduce a celos y competencia.
 –Por estos tiempos vemos que cualquiera que aparece en los medios, publica su librito, sin importar contenidos ni virtuosismo literario y los escritores reales (muchos buenos) no logran la oportunidad de alcanzar la masividad: ¿es un signo de los tiempos o siempre fue más o menos igual?
-Me parece que ahora es peor, porque, como lo comentaba antes, hay mayor capacidad tecnológica para producir libros. Para las grandes empresas es fácil hacerlo y también hacer editar y pulir los textos de las estrellas mediáticas que son una garantía de venta. Esos nombres taponan a los otros, porque alcanzan una difusión muchísimo mayor.
-¿Qué le falta a la industria del libro en Argentina para que funcione el circuito, escritor-editor-librero-lector?
-Los eslabones más flojos creo que se encuentran en la posibilidad de hacer llegar los libros a los lectores. Primero, ¿cómo lograr que el público se entere de que un libro ha aparecido? Los suplementos literarios no dan abasto, los programas de TV o radio específicamente culturales son pocos, y la literatura tiene escasa oportunidad de ser difundida en los de interés general. Otro gran problema lo representa la exhibición de los libros. Tampoco las librerías tienen espacio. Pero hay alternativas: el mundo de los blogs, las redes sociales, las ventas electrónicas, todos factores que pueden crear otros circuitos para llegar al público.
-¿Has alcanzado lo que pretendías desde el punto de vista creativo o, a pesar de toda tu maravillosa obra, sentís que falta algo?
-Hay un verso de Tagore que siempre recuerdo y que cito: “La canción que yo vine a cantar no ha sido aún cantada. Los días se me han ido afinando las cuerdas de mi arpa”. La verdad es que así me siento muchas veces. Que no pasé de los preliminares. Y no sé si alguna vez llegaré a cantar realmente esa canción.
 -¿Cómo has ido viviendo la recepción del público?
-Siempre me emociona mucho y no dejo de agradecer que, en un mundo saturado de libros, haya quienes se dediquen a leer los míos y los aprecien.
-¿Considerás que hay una línea que separa la llegada al gusto del público y que no tiene nada que ver con la calidad del autor? ¿De qué depende poder atravesarla?
-Realmente, no sé por dónde pasa. Siempre hay modas en cuanto a las preferencias lectoras. Hoy día en la Argentina vemos un auge de la novela policial, también de la novela sentimental de marco histórico, o la erótica, del tipo de Cincuenta sombras de Grey. Pero por supuesto que cada escritor, si es genuino, tiene su propio proyecto, y no va a ponerse a escribir dentro de moldes predeterminados solo para atraer al público. Escribimos por necesidad de expresión y de conocimiento. Si lo que hacemos convoca lectores, siempre es maravilloso. Y si no sucede así, tenemos que afrontarlo.
-¿Cuál será tu próxima publicación?
-Escribir Todos éramos hijos fue una experiencia intensa, de gran compromiso emocional. Aún no sé qué vendrá después.

Thomas-Yudé

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