lunes, 1 de julio de 2013

Derivaciones del Caminar.....en términos de tomar conciencia. Nota publicada en Notiserrano 128


Derivaciones
del Caminar.....

en términos de tomar conciencia


Por José Luis Thomas

El Papa Francisco dijo “Caminar…” y esta imagen tan simple, tan  integrada a lo cotidiano, que casi no le damos importancia, me indujo a pensar, a resguardarme en mi silencio interior para encontrar correspondencias y caminos. Lo primero que surgió en mi mente es: la increíble capacidad que tienen las palabras para conformar todas las divisiones que nos hacen creer en conceptos tales como: adentro, afuera, grande, chico, bueno, malo, importante, simple, entre tantos otros; y en cómo las palabras sostienen un mundo de ideologías diversas, opuestas y tendientes siempre a enfrentarnos; a elegir un lado u otro de ese supuesto campo donde algo es mejor que otra cosa, impidiéndonos ver “el todo”, la unidad.
Las palabras nos alejan, porque son las responsables de ponerle forma a la vida que es un camino en constante transformación. Y la palabra también se transforma en “juicio y condena”, porque sin dudas, los seres humanos preferimos más juzgar y condenar, que “comprender y bendecir”. Es probable que en la insatisfacción de vivir, encontremos más “divertido”, juzgar, impulsar las divisiones y enriquecer y exaltar las diferencias, que amar, comprender y unir. Es que siempre las palabras están detrás apoyándonos con ideologías, morales y pensamientos conformados para tal fin, para que no le demos paso al silencio, a la conciencia, ni a la expansión del alma.
Si pensamos en el vasto mundo, no podemos desconocer que está hecho de partículas que constantemente se unen y se dispersan, por lo que, sin ser lo mismo, no son diferentes, pasan de lo macro a lo micro, la energía fluye, se une y se dispersa; pero las palabras que nos crean las ideas y con las cuales las recreamos, nos llevan a creer que todo está dividido; que la unidad, el “1”, es sólo un número que utilizamos para sumar.
Siempre me llenó de admiración y desconcierto algo que dijo Jesús  en una ocasión: “Sea vuestro modo de hablar: sí, sí, o no, no. Lo que excede de esto, viene del Maligno” *(Mateo 5,37).Durante años le di vueltas a este pensamiento y aunque percibía su incuestionable verdad, no podía aceptarlo, por cuanto desarticulaba mi impulso a la proliferación de la palabra y por ende a la multiplicación de ideas que sin dudas dividían mi mundo y establecían y acentuaban los conceptos de “malo” y “bueno”; pretendiendo mi yo ser parte de lo bueno y rechazar lo malo que representan “otros congéneres” que consideran bueno lo que yo malo. Y olvidé en esa partidización, todas las veces que he cruzado esas fronteras en mis acciones cotidianas; las veces que he dañado a otros de palabra y de hecho, pero siempre en la creencia de estar del lado bueno. Así he juzgado y dividido en parcelas infinitas, esa noción de unidad en la que todo convive y se transforma sin cesar en ese “caminar…”.
La palabra y las ideas conformadas en esa ilusoria combinación de signos cegó el camino.
¿Pero qué dice este hombre? Se estarán preguntando ustedes ahora, considerando que caí en la ingenuidad o en algún tipo de locura.
Y es compresible que así lo crean, porque nuestra cultura y nuestra educación son la estructura que sostiene el sentido de la vida tal como “creemos que es” antes de “cuestionarla”, porque cuestionar y dudar, siempre es peligroso “nos saca la base sobre la cual creemos estar seguros y nos lanza hacia lo desconocido, y esa sensación no nos gusta; preferimos la “mentira”, la “ilusión”, “el mundo mágico de las ideas” “el carcelario juego de los dogmas” y la seguridad  de “pertenecer a un partido”, “a un grupo”, a “una asociación”, “a una religión” La idea de ser muchos en algo, nos da la falsa ilusión de “la invulnerabilidad” de “la perennidad”; nos  fabrica una realidad de poder que se autogestiona para modificar la realidad en busca de la “famosa eternidad”.
Se nos pierde en este juego multicolor que encandila y perturba,  la paz interior, apoyados siempre por el alocado mundo de los sentidos con su despliegue de sensaciones, olvidamos que caminar es trasformación constante, que todo se une y se desune, que lo grande es pequeño y que con lo pequeño se hace grande. Se nos olvida que nada permanece, que todo cambia y que los cambios no tienen identidad, ni están agrupados, ni forman parte de ningún lobbie, ni se agrupan con sentido alguno (aunque nos creamos sus artífices); no son en sí mismos, ni buenos ni malos, sólo son, a pesar de que nuestros sistemas de ideas y creencias le pongan nombre y traten de hacerlos propios. Nada es parte de algo, todo es parte de todo, en constante movimiento.
Lo que vemos, es algo así como una pantalla gigante que pasa una película de larga duración. Parece real, pero no lo es en el sentido de “permanencia”; el hecho de que algo sea material, que podamos, tocar, ver, oler, no significa que no está compuesto por átomos que sólo circunstancialmente se han unido, pero que volverán a separarse.
¿Es que nada existe, entonces?
Al preguntar esto estamos afirmando esa conciencia material que quiere que la realidad que supone vivir,  sea algo concreto con un fin determinado. Por lo tanto desconoce que todo es y no es al mismo tiempo. Y no quiere, porque le resulta insustancial, adherir a dos energías que son las ordenadoras más eficaces del caos visible y que al llevarlas a cabo son “un sentido en sí mismas”: el amor y la comprensión. Estos dos sentimientos, no materiales, se sustentan en acciones simples y posibles de llevar a cabo: la aceptación de todo, la disposición para quitar el ego del medio y dejar que las cosas se revelen, sin imponerles nuestro limitado punto de vista, y el “ver” en silencio lo que se nos manifiesta en el momento de vivir, o sea el presente. En esa pequeña unidad de tiempo podemos llevar a cabo todo; amar, comprender, no juzgar, no dividir, no agredir, no blasfemar, no levantar falsos testimonios, no crear situaciones de violencia y hasta algo tan simple como un “voto” en el ámbito que sea, nos permite “pacíficamente” ejercer la noción de nuestra conciencia sobre el tema que sea. Y como parte de todos esos modificadores directos de la realidad circunstancial: el perdón. Algo que no logramos adquirir porque no cotiza en la Bolsa de Valores. Sin embargo es uno de los bienes que más dividendos produce; nada es más eficaz, liberador y portador de iluminación y paz que el perdón. Sucede que por lo general no se perdona, porque el ego cree que es “algo” que fue dañado por (otro ego), y desconoce esa particularidad de insustancialidad de todo lo que es aunque parezca ser algo. Lo que nos sucede forma parte del camino sin nombre por el que transitamos, en el que todos estamos por ende expuestos a sus avatares. No es un camino de hombres y dioses; somos sólo hombres,  por lo tanto no somos diferentes.
En el caminar nos encontramos con otra ilusión: el temor. Construido con todas las ideas que tenemos acerca de algo o de alguien. Cuando le tememos le damos identidad en nosotros, lo agigantamos y le damos autoridad para dañarnos (daño que proviene de nosotros mismos), pero cuando recordamos la “unidad de todo” y tomamos conciencia que somos un solo cuerpo, el temor desaparece porque nada se daña a sí mismo.
Caminar es dejar que el camino se adentre hasta hacernos  uno con él, donde estaremos unidos en la conciencia de ser parte del todo.

José Luis Thomas

(*) El término Maligno, que remite a la idea de un ser contrario a Dios, no es parte de mis consideraciones, puesto que creo en la unidad, en el Todo, y en que el universo es mental y somos parte del Todo. Sin embargo, el concepto Maligno, puede aplicarse como una simbología de parte de la propia identidad que nos impulsa a la división y a la confrontación. Desde el mundo de los sentidos se abriría paso su impulso en pos de mantener la mente dividida y apostando a la ilusión que crea la materia.

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