Democracia versus populismo
Una batalla camaleónica que desconoce la naturaleza humana
Tres mil años para la convención de considerar la historia contemporánea a partir de Cristo; pero como un iceberg, la mayor parte viene de antes, está debajo de esa pequeña porción que emerge con nosotros coronando la idea de la vida en el planeta.
Son muchos años para seguir repitiendo errores y continuar como si la humanidad no hubiera, llegado una y otra vez a conclusiones que presupondrían haber aprendido algo.
El problema, como siempre no es intelectual, ni basado en todo lo que las palabras proponen; está relacionado con la evolución emocional, esa inteligencia que presupone haber trascendido las ideas para responder a un conocimiento más sensible, propio de quién capitaliza la vida como un todo, no dividida, como nos han enseñado y sobre cuya base construimos las relaciones, que por ende, siempre están enfrentadas.
La evolución es una conjunción de aprendizajes que recién se convierten en capital cuando el ser humano lo pasa por el transformador de la conciencia emocional; es decir, cuando deja de considerar al intelecto como el dueño absoluto de la evolución y comprende que la vida es una interrelación de conexiones vinculadas con la conciencia presente, holística, la que siente lo “que es”, y lo separa del pasado, cuya información nutre su noción de ser, y entonces, se permite “ver lo que es” y fluye a partir de esa noción básica.
Las palabras, los conceptos, los ideales de todo tipo, son hermosos, maravillosos para darle pasto fresco a la mente que se considera dueña de la vida del hombre, pero que lo engaña todo el tiempo y que utiliza los sentidos para mostrarle lo que éste quiere ver, lo que quiere vivir, y sentir. De esta manera puede vivir engañado toda su vida creyendo que era dueño de sus pensamientos y conceptos. Todo cambia todo el tiempo y hay que estar presente para darse cuenta de esa transformación; de lo contrario uno aplica la fórmula de lo que sabe a todo lo que se le presenta, porque así nos lo enseñaron, pero esa fórmula viene del pasado (muerto) y lo único vivo es el presente.
Estas apreciaciones generales son un modo de introducir el tema que presento como “Democracia versus populismo”, desde una formulación metafísica, como modo de responder, no ya, a los problemas objetivos y sus causas (aparentes), sino a la esencia que engloba toda la vida como un solo acontecer.
El populismo es la forma primera de agrupación humana, es por lo tanto puramente instintiva, responde a las emociones más bajas (no en sentido peyorativo), primarias, materialistas y que no tienen umbral de frustración; no interviene la conciencia como modificador de ese conjunto de sensaciones, siempre aportadas desde afuera, desde un líder o mesías que construye un relato épico y pareciera proteger a sus seguidores, creándose así, una epopeya en la que para ser tal, tiene que establecer enemigos contra los cuales arrastrar a la muchedumbre a luchar, en nombre de ideales y llevando a la masa a desconocer su naturaleza básica: humana, igual a todos los de su especie en el planeta. Esto ha sido así en la historia y lo sigue siendo en el presente; por eso comencé diciendo que no hemos evolucionado como especie. En todo caso la evolución es aparente, ficticia, superficial.
Esta manipulación de la sensibilidad popular basada en la falta de cobertura de sus necesidades básicas es “esa puerta fácil” por la que filtrarse e impulsar al individuo a perder su individualidad, creer en una salvación mesiánica (lo mismo sucede con las religiones fundamentalistas) en la que los líderes gozan de vidas opuestas a lo que rezan sus consignas de lucha: se vuelven seres amantes del Poder y llevan a sus seguidores a idolatrarlos, considerando que esa opulencia de vida, les corresponde puesto que los protege de los “enemigos” y les provee “sin esfuerzo” una forma de vida básica. Donde como en todo comportamiento mafioso, hay algunos cercanos al Poder que gozan de mayores beneficios, todos sustraídos a la totalidad, al pueblo.
Se puede considerar al populismo un modo facilista que no depende para su continuidad del trabajo, sino por el contrario del rechazo a lo que significa como medio para construir y edificar la vida personal próspera y por ende la de un país. El populista se acostumbra a depender del “líder”, “patriarca” “cacique”, “dictador”, que le dice lo que necesita, y se lo suministra, sin que medie el esfuerzo para lograrlo; convierte la libertad individual, la autonomía, en un disvalor, y genera un ser emocionalmente dependiente y embrutecido, que sólo ve por los ojos del líder que lo controla mediante largos discursos grandilocuentes y no puede comprender nada que salga de ese encuadre partidario; se vuelve militante y por lo tanto anula su propio pensamiento y aprendizaje de la vida, para darle paso a una revolución “falsa”,“fatua” contra un falso concepto de la realidad creado por quienes propician el movimiento. No significa que el enemigo creado sea irreal, sino que, “sin haber evolucionado hacia una comprensión real de la vida” diferenciándose así del supuesto enemigo, lo emulan desde su negatividad y terminan siendo lo mismo, visto del revés de la trama. Lo grave es que los seguidores no se dan cuenta, y los que lo hacen, prefieren usufructuar los beneficios (de corto alcance) sin poner enfuerzo personal para obtenerlo.
Basta con mirar la historia del hombre. Seguir su derrotero y pensar, comparar, establecer una mirada compensatoria y equilibrada de la discapacidad consecutiva de las civilizaciones humanas para dar con un modo de pensar y actuar en sintonía con la vida.
¿Por qué fracasan las Democracias, si han demostrado ser la mejor forma de gobierno? Porque en esa creación ideal, no se tiene en cuenta la naturaleza del humano que se sirve de ella.
Cuando los griegos crearon la Democracia presuponía una comprensión de la naturaleza humana y un modo de organizarla de la forma más equitativa posible. Por eso, se refuerza luego con los ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad; sin embargo no alcanza para controlar la naturaleza humana dominada por la “codicia que crea el pensamiento”, que no ha evolucionado, (o que lo hace de manera diferente en cada ser) y que cree en la “materia” y sus creaciones, como el conducto por el que pasa y se nutre la vida; valora la materialidad del pensamiento y queda preso de sus vaivenes. Se encandila con la rutilancia del intelecto. Se encarga de darle forma, interpretarlo y consentirlo como si fuera posible “captar para siempre una permanencia de todo lo que ama y desea” aunque sabe al mismo tiempo que todo pasa, pero no lo “acepta”.
La Democracia se vuelve aburrida para una mente no evolucionada, no quiere orden, necesita romper con la monotonía que propone estar en armonía con la vida.
El hombre no evolucionado necesita alejarse del concepto de muerte en el que está atrapado inconscientemente y por eso “el populismo” y sus batallas contra ese enemigo irreal, le dan cierta garantía de estar vivo; pero está muy muerto, lejos de sí mismo, de su identidad, de su autoconocimiento, de su autocontrol, de su integridad y no reconoce su naturaleza atrapada entre el pasado y el futuro.
El populismo adhiere a la irregularidad de “movimiento”; suma ideales separatistas y contrarios al orden establecido; es decir rechaza el orden que propone un “partido político” y propende a alimentar todo lo que no le exige esfuerzo y autodominio; le resulta más fácil seguir a un “iluminado de cera” que hacerse cargo de sí mismo, que no sería otra cosa que asumir la responsabilidad de vivir, por eso, sólo pide por “derechos” sin darse cuenta que está dejando fuera a sus congéneres por los que supuesta y autoengañosamentemente pelea; no sólo a los contrarios, sino a los de su misma laya.
El populismo, más que nada, divide, separa en castas, grupos étnicos, sociales, religiosos, políticos, creando un híbrido informe y ciego que termina por fagocitarse, puesto que para vivir necesita de la confrontación, de la violencia verbal y de hecho. Su ideal más nítido: tener un enemigo.
Esa fagocitación se subordina a lo que es en sí mismo su alimento: el depender de otro para darle sentido a la propia vida. Es una estabilidad efímera para lo grupal y peligrosa en lo individual, porque el sujeto dependiente siempre creará enemigos y disconformidades provenientes de afuera, porque de no hacerlo tendría que asumir las riendas de su propia vida, aceptarse y comenzar a cambiar sus pensamientos como creadores de lo que siente y por ende de la realidad en la que vive, reflejo de su actitud ante sí mismo, y ante los demás. Deberá despertar y verse a sí mismo y a la realidad tal como es -la realidad de ser humano, no sólo la de su ser social, que por ser más inmediato pareciera más real- Pero no puede hacerlo porque está atrapado en la dependencia y todo intento de salirse significa “trabajo” y ya está captado por la vagancia en todo sentido. Lo indujeron y utilizaron al facilismo y no le interesa salir de esa huella.
Democracia versus populismo; es un batalla camaleónica. Es parte de una utopía grupal. Los cambios son individuales porque dependen de la mentes abiertas a la comprensión emocional y holística. La sociedad está cada vez más articulada en una idea materialista de la vida donde nada queda excluido: Derechas, izquierdas, centro, en los ideales políticos, dependen de la naturaleza sensible de quienes “por adhesión intelectual creen haber llegado a una forma ideal de gobierno” sin darse cuenta que están atados a esa naturaleza que depende de lo que llega por los sentidos de manera instintiva y que sí o sí, necesita de un procesamiento conjunto de la mente y la conciencia para “separar lo valioso, real, auténtico y vivificante” de lo falso y efímero. No siempre “el despotismo de los instintos básicos” sueltan a su presa; son milenios de tenerla engañada; sólo algunos logran salirse y escapar a campo traviesa por un desierto que contiene todo lo que necesita para vivir.
El universo es un “todo”, una matriz en la que todo está conectado, nada queda fuera de esa energía creativa; los hombres somos parte de esas conexiones vitales; crear separaciones de la índole que sean, nunca traerá progreso sostenido y felicidad duradera.
La batalla Democracia versus populismo, es parte del juego humano que cree que lo mantiene vivo, entretenido y despierto entre la cuna y la tumba. Por eso la humanidad no cambia y a pesar de las evoluciones tecnológicas, científicas y artísticas, choca siempre con la misma piedra, aún con la evidencia de que ninguna de las grandes religiones, sobre todo las fundamentalistas, le han brindado una salida acorde a sus ruegos -es que no se dan cuenta que en lugar de trabajar para sí, esperan que un dios, haga el trabajo por ellos.
José Luis Thomas
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