Cuando en el pasado ya se vivió el presente
Procesos populares, emocionales y desesperados, que comienzan como una solución y se van convirtiendo en una tragedia.
Por José Luis Thomas
Frente a momentos históricos como el presente, en Argentina, para tomar distancia y comprender mejor la forma que adoptan los acontecimientos, vuelvo mis ojos al pasado, a otros países y a hechos puntuales que luego hemos juzgado, preguntándonos cómo fue posible que sucedieran.
En primer lugar no sucedieron de golpe; se fueron instalando. Como base, una situación general de diferentes causas políticas, económicas y sociales por debajo de la media que permite sobrellevar la vida en armonía. En segundo lugar, la aparición de personajes que sostienen un discurso mesiánico, que parecen encarnar el sentir de gran parte de la población y que en alguna medida los representa frente al resto de su congéneres, que permanecen entre adversarios y dudosos. No es fácil ver lo que pasa mientras pasa y uno está comprometido física y emocionalmente y se esperan soluciones que permitan contrarrestar el deterioro visible de las causas primeras. Menos aún, en países tan “emocionales” como el nuestro.
Para ver mejor lo que estoy diciendo retrotraigámonos a la Alemania antes y durante el advenimiento de Hitler, o a Rusia antes y durante la instalación del régimen comunista. No por el comunismo en sí mismo, sino por la confiscación de la libertad y por las matanzas indiscriminadas a todo lo que se opusiera al sentir y pensar de los gobernantes.
Ahora nos espanta el holocausto judío perpetrado por Hitler y todos los hombres que desde el gobierno se volvieron una prolongación de la mente del líder sin conciencia propia y en la mayoría de los casos adherentes a quienes les convenía esa sumisión, así como deploramos las matanzas de Stalin, Franco en España o de tantos otros semejantes en otros países a lo largo del siglo XX y en lo que va del XXI.
Nunca como hoy, por estos días en mi país, comprendo tanto a los que sufrieron esas persecuciones y vieron cómo sus países caían en manos de totalitarios, fascistas y mesiánicos que consideraban que sólo su modelo era el único posible para llevar adelante la vida. Que gobernaban sólo para los que les eran adictos, que al resto los ninguneaban, desaparecían, torturaban y mataban.
Nunca tanto como hoy siento que aquellos días de horror comenzaron como están comenzando los nuestros, de un acontecimiento en otro, poco a poco, entre dádivas, discursos engañosos, negaciones de la realidad, y deterioro de la Justicia como único poder capaz de garantizar igualdad para todos.
Nunca tanto como hoy siento ese dolor; ya no es más el dolor que se siente como reflejo de lo que produce una crónica, un libro o una película relatando esos hechos monstruosos, es parte de la sensación que se hace carne en mi país de instante en instante.
Nunca tanto como hoy siento que el método usado por aquellos dictadores y asesinos dividiendo deliberadamente a la población y llevándola a un enfrentamiento genocida entre hermanos por el sólo hecho de pensar distinto, es el mismo que estamos padeciendo.
Nunca tanto como hoy me doy cuenta que la historia se repite, que los hombres somos presa fácil de la locura, la ceguera, el odio; que la lucha de clases no es teoría, sino una realidad que se palpa en la propia aldea.
Nunca tanto como hoy siento y veo transcurrir frente a mí una guerra de pobres contra pobres.
Por eso me parece absurdo escuchar a quienes se duelen por los desaparecidos de nuestro país; porque estamos propiciando nuevas desapariciones (no sólo físicas, sino morales); los perseguido se han convertido en perseguidores; se han vuelto lo mismo que odiaban; y no es verdad que duela el holocausto judío, estamos repitiendo la fórmula que lleva a repetir esas muertes en las muertes cotidianas (La inseguridad y sus consecuencias).
No tienen sentido los discursos, ni las cifras de los avances o retrocesos de puntuales situaciones en el marco de la economía, cuando se están gestando genocidios que ya fueron sufridos por otros hermanos en otros países, pero que por lo visto no hemos comprendido; esas muertes de entonces son en vano, si no somos capaces de revertir el proceso del odio y la partidización que nos lleva caer una y otra vez en esa ciénaga pestilente.
Muchas veces, cuando hablo de todo esto y lo escribo -hace un año publiqué un editorial que decía: “Estamos en guerra civil” -me tachan de exagerado y pienso y me pregunto: ¿así habrán intentado descalificar a los que veían venir la locura Hitleriana, como el germen de tantos otros sistemas que produjeron genocidios, guerras y persecuciones de todo tipo?
No querer ver, no escuchar a los que tocan otra campana, no permitirle al propio juicio corroborar en la realidad, más que a los discursos engañosos; perder la intuición, la percepción, cegados por el partidismo, o el propio bienestar, es propiciar el caldo de cultivo que pueda producir las consecuencias más horribles e impensadas.
Lo que les pasó a otros, en otros países, que no eran extraterrestres, puede sucedernos a nosotros y de hecho ya nos pasa. Basta con detenernos a escuchar, mirar, corroborar en la realidad cómo poco a poco, se confiscan las libertades, se miente con respecto a las cifras oficiales, se intenta atropellar a la justicia, se impone una voluntad suprema que anula las voluntades individuales en el Congreso; se somete a las clases más bajas utilizando sus necesidades para comprar voluntades, se impone una ola de inseguridad para amedrentar a la clase media; se avanza con una desmedida propaganda oficialista que paga todo el pueblo, y con un discurso engañoso que pretende ir contra las corporaciones y los monopolios no oficialistas, mientras se crean corporaciones y monopolios adictos al modelo.
Cuando uno ve que la mentira avanza como un cáncer, instaurando confusión, deterioro de las voluntades, estado abandónico frente al avance totalitario y sensación de impotencia que reduce al ciudadano a su mínina expresión, por cuanto desconfía de todo y de todos, es que aquellas historias de horror y muerte sufridas por otros hombres y razas nos dicen que antes de ser muertos y mutilados, perseguidos, vejados y encarcelados, tuvieron días como los que hoy estamos viviendo los argentinos, en los que se mezclaba la realidad y la ficción, produciendo un estado de semiconciencia en la que adormecidos y temerosos se abandonaban al brillo falso de ideales que vendían soluciones mágicas, pero que desconocían la naturaleza humana, ese fundamento esencial de la vida que es la libertad.
No se confundan amigos, no todo comienza con un tanque arrasando nuestra casa, para cuando eso sucede, alrededor ya no queda nada en pie.
Los finales no comienzan sino poco a poco, tal como se calienta el agua antes de la ebullición y si usted está en la olla es muy posible que se haya ido cocinando lentamente y al final ya esté listo para que se lo coman.
No hay comentarios:
Publicar un comentario