viernes, 7 de diciembre de 2012

Publicado en Notiserrano 126


La palabra 


De tanto usarla, las más de las veces sin sentido, pierde su valor y en lugar de comunicarnos, nos vuelve extraños y distantes. 

Por José Luis Thomas

La palabra es el vehículo que lleva el ser; lo expresa, es decir, lo saca de preso, lo libera de todas las fronteras reales y de aquellas que cada uno crea con sus ideas y lo comparte para integrarse a la  danza singular de las relaciones humanas; ese juego estructural donde debe primar la cordura para que no perdamos el equilibrio que nos mantiene unidos al concierto sideral.
Pero no queda ahí su alcance y la dimensión de su esplendor; es la que crea un puente comunicacional indiscutible con todos los seres que integran los reinos naturales. El ser humano, entonces,  tiene  el deber de cuidar de la naturaleza, puesto que entiende y razona, la palabra crea los conceptos por medio de los cuales se hace evidente la realidad.
Tan importante como la sangre por el cuerpo, mantiene viva las conexiones funcionales.  Su tarea primordial, la comunicación,  pasa a ser parte del mecanismo por el cual habremos de entendernos intentando hablar un mismo lenguaje, a pesar de las diferencias lingüísticas, esa palabra viva ha de significar lo mismo en cada idioma: amor, comprensión, tolerancia, respeto, unión, amistad, servicio, y otras que son parte indiscutible de la armonía.
La palabra ha de ser clara, precisa, mientras más sencilla mejor; que contenga no sólo la iluminación del intelecto sino la esencia vital del  amor. No se puede avanzar por la vida sin integrar la inteligencia del intelecto con la inteligencia emocional. Podemos disentir en muchos temas con respecto a las visiones del mundo y sus cosas, pero bajo ninguna circunstancia debemos permitirnos crear divisiones que nos lleven a pensar, siquiera por un instante, en la posibilidad de tomar la vida de algún semejante, porque no podemos acordar con él en algún sentido; tanto en lo individual como en lo general, entre dos seres humanos como entre dos naciones.
La humanidad lleva muchos años en este planeta y aún es víctima de los mismos errores a pesar de los avances tecnológicos y científicos; aún no logra prioritar el amor como base fundamental para su desenvolvimiento en la tierra. Todavía no comprende aquello de que “lo esencial es invisible a los ojos” que decía le petit prince. Aún nos dejamos encandilar por los efectos fulgurantes de los sentidos, que apelan a nuestros deseos para arrastrarnos en pos de naderías, permitiendo que la palabra pierda su valor, que sea lo mismo decir una cosa que otra.
Estamos viendo una era en la que se destaca el avance de las comunicaciones, con internet a la cabeza; sin embargo, cada vez estamos más incomunicados. La comunicación virtual no es comunicación, puesto que no entraña compromiso. Se puede mentir, distorsionar, falsear e inventar lo que sea, utilizando photoshop y otros mecanismos técnicos para generar una realidad que nada tienen que ver con la verdad. Así se manipulan o se siguen manipulando las emociones, los deseos y la servidumbre a dioses de barro.
Los seres humanos nos estamos vaciando de contenido, y la palabra como herramienta, tiende a desaparecer y soterrar su riqueza expresiva en favor de signos que nos impulsan a una comunicación rápida y superficial, que no se proyecta desde el amor, sino que es urgida por las apetencias sensuales, las demandas consumistas.
Entonces pregunto ¿apurados para llegar a dónde? En lugar de aquietarnos y dejar que fluya nuestro universo interior que contiene todo lo que necesitamos, somos estimulados a buscar fuera algo especial y supremo, que está en un futuro equidistante que nos aleja irremediablemente de nosotros mismos, del calor esencial  de la palabra que lleva el amor, la comprensión y  el servicio.  Y aunque se hable de unión, todo conduce a desunir, a dividir, a separar, y cuando eso sucede se crean campos contrarios, adversarios, y aparecen los conflictos; las luchas de poder y con él ese deseo malsano de pretender imponer la supremacía del más fuerte.
Por eso la palabra no debe perder su vigor, para no dejar morir los conceptos que hablan de todos esos temas que nos permiten mantener viva la llama del amor, y de la unión con cada uno de los seres vivos del planeta tierra, nuestra única casa en el universo.
Hombres y Naciones unidos por la paz y el amor, trabajando al unísono, reconociéndonos como herederos permanente de la vida.
José Luis Thomas

Nota publicada en Notiserrano 126


Cuando en el pasado ya se vivió el presente 


Procesos populares, emocionales y desesperados, que comienzan como una solución y se van convirtiendo en una tragedia. 

Por José Luis Thomas

Frente a momentos históricos como el presente, en Argentina, para tomar distancia y comprender mejor la forma que adoptan los acontecimientos, vuelvo mis ojos al pasado, a otros países y a hechos puntuales que luego hemos juzgado, preguntándonos  cómo fue posible que sucedieran.
En primer lugar no sucedieron de golpe; se fueron instalando.  Como base, una situación general de diferentes causas políticas, económicas y sociales por debajo de la media que permite sobrellevar la vida en armonía. En segundo lugar, la aparición de personajes que sostienen un discurso mesiánico, que parecen encarnar el sentir de gran parte de la población y que en alguna medida los representa frente al resto de su congéneres,  que permanecen entre adversarios  y dudosos. No es fácil ver lo que pasa mientras pasa y uno está comprometido física y emocionalmente y se esperan soluciones que permitan contrarrestar el deterioro visible de las causas primeras. Menos aún, en países tan “emocionales” como el nuestro.
Para ver mejor lo que estoy diciendo retrotraigámonos a la Alemania antes y durante el advenimiento de Hitler, o a Rusia antes y durante la instalación del régimen comunista.  No por el comunismo en sí mismo, sino por la confiscación de la libertad y por las matanzas indiscriminadas a todo lo que se opusiera al sentir y pensar de los gobernantes.
Ahora nos espanta el  holocausto judío perpetrado por Hitler y todos los hombres que desde el gobierno se volvieron una prolongación de la mente del líder sin conciencia propia y en la mayoría de los casos adherentes a quienes les convenía esa sumisión, así como deploramos las matanzas de Stalin, Franco en España o de tantos otros semejantes en otros países a lo largo del siglo XX y en lo que va del XXI.
Nunca como hoy, por estos días en mi país, comprendo tanto a los que sufrieron esas persecuciones y vieron cómo sus países caían en manos de totalitarios, fascistas y  mesiánicos que consideraban que sólo su modelo era el único posible para llevar adelante la vida.   Que gobernaban sólo para los que les eran adictos, que al resto los ninguneaban, desaparecían, torturaban y mataban.
Nunca tanto como hoy siento que aquellos días de horror comenzaron como están comenzando los nuestros, de un acontecimiento en otro, poco a poco, entre dádivas, discursos engañosos, negaciones de la realidad, y deterioro de la Justicia como único poder capaz de garantizar igualdad para todos.
Nunca tanto como hoy siento ese dolor; ya no es más el dolor que se siente como reflejo de lo que produce una crónica, un libro o una película relatando esos hechos monstruosos, es parte de la sensación que se hace carne en mi país de instante en instante.
Nunca  tanto como hoy siento que el método usado por aquellos dictadores y asesinos dividiendo deliberadamente a la población y llevándola a un enfrentamiento genocida entre hermanos por el sólo hecho de pensar distinto, es el mismo que estamos padeciendo.
Nunca tanto como hoy me doy cuenta que la historia se repite, que los hombres somos presa fácil de la locura, la ceguera, el odio; que la lucha de clases no es teoría, sino una realidad que se palpa en la propia aldea.
Nunca tanto como hoy siento y veo transcurrir frente a mí una guerra de pobres contra pobres.
Por eso me parece absurdo escuchar a quienes se duelen por los desaparecidos de nuestro país; porque estamos propiciando nuevas desapariciones (no sólo físicas, sino morales);  los perseguido se han convertido en perseguidores; se han  vuelto lo mismo que odiaban;  y no es verdad que duela el holocausto judío, estamos repitiendo la fórmula que lleva a repetir esas muertes en las muertes cotidianas (La inseguridad y sus consecuencias).
No tienen sentido los discursos, ni las cifras  de los avances o retrocesos de puntuales situaciones en el marco de la economía, cuando se están gestando genocidios que ya fueron sufridos por otros hermanos en otros países, pero que por lo visto no hemos comprendido; esas muertes de entonces son en vano,  si no somos capaces de revertir el proceso del odio y la partidización que nos lleva caer una y otra vez en esa ciénaga pestilente.
Muchas veces, cuando hablo de todo esto y lo escribo -hace un año publiqué un editorial que decía: “Estamos en guerra civil” -me tachan de exagerado y pienso y me pregunto: ¿así habrán intentado descalificar a los que veían venir la locura Hitleriana, como el germen de tantos otros sistemas que produjeron genocidios, guerras y persecuciones de todo tipo?
No querer ver, no escuchar a los que tocan otra campana, no permitirle al propio juicio corroborar en la realidad, más que a los discursos engañosos; perder la intuición, la percepción, cegados por el partidismo, o el propio bienestar, es propiciar el caldo de cultivo que pueda producir las consecuencias más horribles e impensadas.
Lo que les pasó a otros, en otros países, que no eran extraterrestres, puede sucedernos a nosotros y de hecho ya nos pasa. Basta con detenernos a escuchar, mirar, corroborar en la realidad cómo poco a poco, se confiscan las libertades, se miente con respecto a las cifras oficiales, se intenta atropellar a la justicia,  se impone una voluntad suprema que anula las voluntades individuales en el Congreso; se somete a las clases más bajas utilizando sus necesidades para comprar voluntades, se impone una ola de inseguridad para amedrentar a la clase media; se avanza con una desmedida propaganda oficialista que paga todo el pueblo, y con un discurso engañoso que pretende ir contra las corporaciones y los monopolios no oficialistas, mientras se crean corporaciones y monopolios adictos al modelo.
Cuando uno ve que la mentira   avanza como un cáncer, instaurando confusión, deterioro de las voluntades, estado abandónico frente al avance totalitario y sensación de impotencia que reduce al ciudadano a su mínina expresión, por cuanto desconfía de todo y de todos, es que aquellas historias de horror y muerte sufridas por otros hombres y razas nos dicen que antes de ser muertos y mutilados, perseguidos, vejados y encarcelados, tuvieron días como los que hoy estamos viviendo los argentinos,  en los que se mezclaba la realidad y la ficción, produciendo un estado de semiconciencia en la que adormecidos y temerosos se abandonaban al brillo falso de ideales que vendían soluciones mágicas, pero que desconocían la naturaleza humana,  ese fundamento esencial de la vida que es la libertad.
No se confundan amigos, no todo comienza con un tanque arrasando nuestra casa, para cuando eso sucede,  alrededor ya no queda nada en pie.
Los finales no comienzan sino poco a poco, tal como se calienta el agua antes de la ebullición y si usted está en la olla es muy posible que se haya ido cocinando lentamente y al final ya esté listo para que se lo coman.