viernes, 29 de abril de 2011

Nota aparecida en Notiserrano 112

Cambiar
el punto de vista

No mirar desde el ego, para “VER” lo que en verdad “ES”.

Si miramos el mundo desde adentro nos creemos poderosos, pero si lo miramos desde afuera, desde el universo, somos apenas un pixel; sin embargo la conciencia de esta dimensión es casi nula. La actitud humana frente a esta realidad encierra más soberbia que comprensión. El hombre se ve a sí mismo desde su obra inteligente y olvida su estado natural que debiera estar integrado y en mutua correspondencia con la naturaleza.
La inteligencia es maravillosa, pero tiene, como todo, dos lados, dos posibilidades; puede crear o destruir; generar bienestar sin interferir con los demás reinos o maltratar el sistema que da origen a la vida. Como hablamos de mega dimensiones, que escapan a la conciencia ordinaria, y como todo lo que se tiene en demasía, pierde valor, lo malversamos.
Sólo paramos la actitud destructiva cuando vemos afectado nuestro micro mundo. Ese íntimo espacio personal en el que nos movemos separándonos del resto y creyendo que “todo lo demás” debe estar a nuestro servicio para utilizarlo a destajo.
Vivimos en un estado casi psicótico, que está tan asumido por el conjunto que nos parece normal. O mejor dicho hemos subido el límite de lo irrazonable en forma tácita para continuar depredando sin sentirnos culpables o autodiscriminarnos por enfermos.
Todo se hace sin conciencia de consecuencia; somos atropellados por nuestros propios deseos que jamás encuentran satisfacción y actúan siguiendo la generalidad en la presuposición de que si los demás lo hacen debe estar bien o, por el contrario, no queremos quedar excluidos del sistema y continuamos destruyendo, a pesar de saber que nos dirigimos a la destrucción. Y esto es grave; es un signo de enfermedad mental seria: nos autodestruimos a sabiendas de lo que significa.
Estamos anestesiados; hemos perdido el sensor natural, los valores de la intuición; siempre tenemos un “pero” que nos auto engaña para continuar haciendo lo que sabemos que no debemos hacer.
Los logros tecnológicos han deteriorado el sentido de la vida introduciendo la idea de “todopoderosos”; la supremacía de la evolución material como consecuencia de la inteligencia artificial, descalifica la incomparable importancia de la inteligencia emocional que se alinea con el circuito total de la vida en el planeta. Es la inteligencia que parte de la conciencia del propio ser en situación accionando en relación al resto e incluyéndose como parte del todo, del que luego vuelven las reacciones.
El “tener” se sobrevalora en desmedro del “ser” y el “hacer” y cuando se “Hace” es desde un criterio puramente material imponiendo el reflejo pasajero que estimula los sentidos y que no puede bajar su umbral de frustración por lo que pide sin cesar más y más. Quedar atrapado en su juego invalida todos los canales de sentir naturalmente como “humano”, es decir “sensible”. Darnos cuenta de que lo deseado se vuelve insatisfactorio, nos neurotiza, porque nos vemos obligados a querer “más”, sabiendo que no ha de satisfacernos.
Detenerse, silencio, sobriedad, conciencia de satisfacción, austeridad, compresión, compasión, amor, solidaridad, son estados, que el hombre no quiere sentir, porque todos ellos implican asumir-se como entidades finitas que deben auto regularse equilibrando su funcionalidad con todo lo que lo rodea y esto significa trabajar en forma consciente sin esperar nada.
El hombre espera del afuera, de la tecnología, de la ciencia “esa fórmula mágica” que le evite hacerse cargo de sí mismo y sentir la vida como algo vivo en constante fluir, en una suerte de ciclos, que van de un polo a otro; tener conciencia de sí propio, significa detenerse mientras se contempla sin apasionamiento, cómo todo pasa y se diluye, siempre y cuando no pretendamos apoderarnos de él. Así lo bueno y lo malo pasarán.
La tierra se está manifestando. Japón nos ha dado un ejemplo extraordinario; seguramente ya lo hemos olvidado; pero la tierra no.
Japón, primer mundo, la vida aparentemente resuelta, para caer en la cuenta de que son “nada”, tienen “nada” .
Lo único que en verdad poseemos es lo que damos; es lo que somos, no en su estado material, sino en el espiritual. Los valores que cuentan para “estar feliz” son: el presente, el amor, la comprensión, el perdón, la compasión, y no interferir con los deseos en la ruta, que de instante en instante nos marca el camino.

José Luis Thomas